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Gurs
Gurs es una ciudad situada en la frontera de Bearn
en la provincia vasca oriental a orillas del Gave d’Oloron. Aquí,
el 15 de marzo de 1939 las autoridades francesas decidieron instalar
un “centre d’accueil” (centro de acogida) para “hospedar”
a los combatientes de las Brigadas Internazionales y a los refugiados
que huían de España. La urgencia de una rápida
construcción del campo nacía, sobre todo, de la necesidad
de aliviar las terribiles condiciones de vida de los españoles
y de los voluntarios antifranquistas que se agolpaban en las playas
del Roussillon. Para la construcción del campo, terminada el
25 de abril, fueron necesarios solamente 42 días. El terreno
sobre el cual se extendía era de 79,6 hectáreas y formaba
un rectángulo de casi dos kilómetros de largo y casi cuatrocientos
de ancho. Las barracas que constituían el campamento eran 428
(de las cuales 382 destinadas a los internos) y todas tenían
las mismas dimensiones: 24 metros de largo, 6 de ancho en la parte inferior
y dos metros y medio en la entrada. Estaban agrupadas en 13 “îlot”
cada uno de los cuales, como de otra parte el conjunto del campo, estaba
circundado de alambre de púas (“barbélés”).
Todos los “îlot” contaban con una estructura común
que contaba con un cocina, un lavadero, un contenedor para los excrementos
y una ducha.1 Desde el primero hasta el último
día de su historia, el campo de Gurs fue administrado en cada
componente (jefes, guardias, responsables de los consultorios médicos,
enfermeros, etc) por personal de nacionalidad francesa.2
La historia de Gurs se puede dividir en tres secciones que determinaron
la concepción misma del campo y la vida que se desarrolló
al interior. El primer período, (que va de abril de 1939 a mayo
1940), recibió internos y combatientes republicanos españoles,
todos hombres jóvenes o de edad madura. En este año transitaron
en este campo, alrededor de 27.350 personas. Estas estaban agrupadas
en cuatro sub-grupos a cada uno de los cuales correspondía un
grupo de “îlot”: los combatientes republicanos de
origen vasca provenientes casi todos de Argelès ( “îlot”
A, B, C, e D); los voluntarios de las Brigadas Internazionales provenientes
de 52 países (“îlot” G, H, I e J); los militares
de la aviación republicana, conocidos como “les avieateurs”
(“los aviadores”) (“îlot” E, F e G); los
otros combatientes antifranquistas generalmente aragoneses y andaluces
(“îlot” K, L e M).3 Según
Claude Laharie, autor de varios estudios sobre el campo de Gurs, las
primeras personas llegaron el 5 de abril de 1939 mientras el campo estaba
todavía en construcción. Eran 980 vascos que fueron inmediatamente
conducidos al “îlot” A. 4 Estos
provenían de “Guernicaberry”, el pueblo vasco del
campamento de Argelès y eran guiados por el viejo capitán
del ejército republicano Martin Soler-Zangito. Aún si
los problemas no faltarían en el futuro, proveniendo de los campamentos
sobre la playa, donde sólo las carpas servían de refugio,
la primera impresión que tuvieron de las barracas de Gurs no
fue negativa. Otros grupos, siempre compuestos exclusivamente por vascos,
llegaron entre el 6 y el 8 de abril por un total de 2.745 personas.
Los “avieateurs” llegaron, en cambio, a partir del 19 de
abril, mientras al día siguiente fue el turno de de los primeros
voluntarios de las Brigadas Internazionales. El 23 fue, en cambio, el
momento de la llegada de los “Españoles”, o sea,
de los refugiados que no pertenecían a ninguno de los tres precedentes
grupos. Con los 18.985 “hospedados” (60 refugiados por cada
barraca, más la enfermería al completo) del 10 de mayo,
se llegó a la capacidad máxima del campamento; las condiciones,
aún siendo próximas a las de una cárcel, eran mucho
mejores si comparadas a aquellas de Argelès y a los otros campamentos
en la playa. Con la cifra del 10 de mayo se llegó a la capacidad
de “acogida” fijada por el general Ménard para Gurs;
ésta había sido comunicada por escrito, junto a quellas
establecidas para Septfonds, Vernet y Adge, a los Comandantes generales
de la 16°, de la 17° y de la 18° región, el 27 de
abril de 1939. Sucesivamente la población del campo disminuyó:
los repatrios y aquellos que encontraban con un empleo, sobre todo en
la agricultura, superaban de hecho los nuevos arrivos desde Saint Cyprien
y Barcarès. Al momento de la declaración de guerra, casi
15.000 personas vivían en el campo.5 En general,
la población del campamento continuò a disminuir, pasando
de los 14.977 internos del 1° de septiembre de 1.939 a los 8.171
del 1° de febrero de 1940 hasta llegar a los 2.470 del 1° de
mayo del mismo año. Esta drástica disminución era
fruto de la constante campaña para los repatrios, considerada
por los franceses el único modo para deshacerse de los refugiados
y favorecedor para los españoles por la amnistía de Franco
del 4 de octubre de 1939, y de las siempre más numerosas solicitudes
de mano de obra que llegaban al campamento para sostener la economía
de guerra francesa.6 De otra parte, alrededor de
4.000 entre los ex combatientes antifranquistas internados en Gurs,
gracias a la intervención del Ministerio de Relaciones Exteriores
francés, se refugiaron en México, Chile, Venezuela, Uruguay
y Colombia.7
Justo cuando parecía inminente el cierre del campamento inició,
en el mes de mayo de 1940, una segunda fase en la vida del mismo, aquella
de los “indesidérables”(indeseados). Con el ataque
de la Wermacht en Bélgica y en el norte de Francia, tanto hombres
como mujeres, entre los cuales numerosos judíos alemanes, polacos
y austríacos, escapan a París huyendo de la veloz avanzada
del ejército alemán. Pocos días después,
con la amenza de Hitler a París, el gobierno francés tomó
una serie de duras medidas que disponían el agrupamiento de todos
los ciudadanos de países enemigos, o sea, de alemanes (categoría
que en este momento incluían también a los austríacos)
y de polacos en los estadios de París. Para los hombres se eligió
el estadio “Buffalo” y para las mujeres el Vel d’Hiv
(“Velódromo de invierno”). Los primeros fueron conducidos
a Rivesaltes, las segundas a Gurs.8 De este modo
las mujeres, 9.771 internas entre el 1° de mayo y el 23 de octubre,
de las cuales más de la mitad provenientes de París (“Les
Parisiennes”), fueron, durante esta fase, la componente más
numerosa del campo. La mayor parte de éstas eran judías.
El gobierno francés estableció además la transferencia
de los prisioneros (esencialmente militantes del PCF y de la CGT) detenidos
en las cárceles de Santé y de Cherche-Midi en Gurs. Ellos
eran conocidos como los “políticos” y en el período
en examen eran más o menos 1.300. El otro grupo de internos era
constituído por los cerca 3.700 combatientes del ejército
republicano. Entre estos 800 estaban los militantes vascos del Partido
Nacionalista Vasco (PNV) y del sindicato Solidaridad de los trabajadores
vascos (STV) arrestados en la región. Todos los nuevos internos
eran definidos “indeseados” en cuanto sospechosos de pertenecer
a la quinta columna.9
Durante el verano de 1940 mucha gente partió del campo, a tal
punto que el 1° de octubre quedaban solamente 3.594 internos haciendo
pensar nuevamente que el cierre del campo era próximo. Inició
en cambio la tercera fase en la cual Gurs se convirtió en un
campo de internamiento para los judíos y el símbolo del
antisemitismo del régimen de Vichy (Gurs se encontraba, aunque
por pocos kilómetros en la parte de la Francia no ocupada). El
3 de octubre de 1940 fue promulgado el Estatuto de los judíos
con el cual éstos eran excluídos de la función
pública, de la prensa, etc. En lo que respecta a la legislación,
en cambio, sobre el Art. 2 que es lo que nos interesa directamente,
en una ley del 4 de octubre se leía: «los exiliados extrajeros
de raza judía, a partir de la fecha de promulgación de
la siguiente ley, podrán ser internados en los campos especiales
por decisión del Prefecto del departamento donde residen».10
En una nota del Ministerio del Interior publicada el 20 de octubre sobre
el funcionamiento de los campos para extranjeros de la zona no ocupada,
Gurs fue definido “semi-represivo”.11
Entre el 24 de octubre de 1940 y el 1° de noviembre de 1.943 llegarán
más de 18.000 nuevos internos casi todos por motivos raciales.
“Les Gursiens” de esta época, se dividieron en tres
grandes categorías: los judíos alemanes originarios de
Baden, del Palatinato y de la Saar (alrededor de 6.500), la mayor parte
ancianos forzados por la Gestapo y su “operación Bürckel”
a transferirse a Francia; los judíos, hombres, mujeres y niños,
(7.000 aproximadamente), trasferidos de los otros campos del sur (sobre
todo de Saint Cyprien); las víctimas de las redadas, de las operaciones
de policía (en número similar a aquél de los grupos
precedentes), es decir, esencialmente exiliados, desplazados y personas
expulsadas de otros centros de “acogida”.12
Junto a las llegadas se sucedían los traslados hacia diferentes
destinos. Un tercio de los internos es transferido hacia otros campos
(Rivesaltes, Noè, Récébédou, Nexon, Brens
y Vernet), otro tercio es reclutado por las compañías
de trabajo extranjeras o son tranferidos a centros de acogida y a hospitales,
mientras cerca de 4.000 personas fueron deportadas (la mayoría
a Auschwitz pasando por Drancy). Los otros (3.500) se obtienen sumando
los muertos en el campo (1.038 según las estimas oficiales),
los liberados, los prófugos y los repatriados voluntarios.13
A finales del verano de 1943 permanecían en el campo solamente
un centenar de internos. Por la tercera vez parecía que la desmovilización
general sería efectiva. Fue justamente en esta fase que, en la
noche del 25 de septiembre, dos grupos de maquis, procedentes uno de
Pau y el otro de Mauléon, lograron entrar en el campo, neutralizar
los guardias y apropiarse de todas las armas. La acción tuvo
gran resonancia a tal punto que el Ministro del Interior de Vichy, constatada
la imposibilidad de defender el campo, decidió por su disolución
el 1° de noviembre. El campo, sin embargo, no permaneció
cerrado por mucho tiempo, y en la primavera de 1.944, fueron internados
allí un grupo de gitanos que venían del campo de nómadas
de Saliers (Bouches-du-Rhone), algunas prostitutas y varios comerciantes
del mercado negro de Brens. Los gitanos y los “Brensoises”
lograron huir el 25 de junio. Por último, inmediatamente después
de la liberación de la región, fueron internados, bajo
la autoridad del nuevo Prefecto y de la guardia de los partisanos, los
prisioneros de guerra alemanes y los colaboracionistas franceses. El
campo fue cerrado, esta vez de modo definitivo, en dicembre de 1.945.
14 Según el trabajo de Laharie el total de
los internos, durante todo el período en el cual el campo de
Gurs había sido operativo, habían sido 60.559. 15
Después del final de la segunda guerra mundial, el campo de Gurs
fue olvidado. En 1.963 el consistoro israelita del Baden restauró
el cementerio que hoy es prácticamente el único testimonio
y organizó ceremonias de conmemoración que obtuvieron
respuesta sólo entre la comunidad judía de la región.
La situación mejoró sólo a partir de 1980 cuando
fue creada la Asociación de Amigos del campo de Gurs con el objetivo
de conservar su memoria. Con un decreto del 3 de febrero de 1993, el
campo ha sido denominado “lieu de mémoire national”
(“lugar de la memoria nacional”) para honorar a las víctimas
del racismo y del antisemitismo de Vichy.16
Muchos de los internos de Gurs se conviertieron, en la posguerra, en
personajes famosos. Entre los otros, fueron “alojados” en
el campo, el polaco Walter Swierzcewski, uno de los primeros organizadores
de las Brigadas Internacionales; los checoslovacos Oswald Zavodsky (futuro
Ministro de la Seguridad del Estado), Josef Pavel (después Viceministro
del Interior), Laco Heldos, (más tarde Vicepresidente del Consejo)
y Leopold Hoffman (Jefe del Servicio de Seguridad del Presidente Gottwald);
los yugoslavos Illitch (futuro embajador en París), Daptchevitch
(Jefe de Estado Mayor) y Goschnak (más tarde Ministro de la Defensa);
el húngaro Laszlo Rajk (futuro Ministro de Relaciones Exteriores);
el rumeno Mihail Florescu (después Ministro della Ciencia y de
la Técnica); el albanés Mehemet Chehu (futuro Primer Ministro);
el paraguayo Païva (uno de los fundadores del partido comunista
de su país), los alemanes Hugo Wittman, Ivo Veivoda y Friedmann
(futuros exponentes políticos de renombre de Alemania del Este).
Estos nombres permiten comprender cómo el campo de Gurs represente
una etapa fundamental para la construcción de la clase dirigente
en el inmediato posguerra de Europa del Este. Entre todos los italianos
presentes en el campo, estuvieron “hospedados” en Gurs:
Giuliano Pajetta y Edoardo D’Onofrio.17 En
cambio, contrariamente a la convicción de muchos, en el campo
nunca estuvieron ni el futuro presidente albanés Enver Hodja
ni el futuro presidente yugoslavo Tito.18 Entre
los “indeseables” estuvieron internos la filosofa Hanna
Arendt, la escritora Hanna Schraman, la clavecinista Wanda Landowska,
la actriz Dita Parlo, la periodista Lotte Eisner y la pintora Lou Albert-Lazard.
Entre los franceses, los más conocidos eran Louis Econ, pacifista
y escritor, Yves Péron y Daniel Renoult, diputados comunistas,
Léon Berody, sindicalista de la CGT y futuro presidente de la
“Amicale du Camp”, y Charles Joineau, más adelante
fundador de la Federación Nacional de los deportados, de los
internos, de los miembros de la resistenciay de los patriotas.19
Como en los otros campos, fueron numerosas las discusiones debidas a
motivaciones ideológicas entre las varias componentes políticas.
En Gurs, uno de los mayores motivos de fricción era la asignación
de los roles de dirección en el campo. Los problemas mayores
se dieron entre los comunistas y los anárquicos; éstos
estan bien ejemplificados en un episodio descrito por Pietro Ramella
en su libro La Retirada. En el caso específico, los comunistas
habían logrado asegurarse todos los puestos importantes; a provocar
una fuerte polémica, en modo particular, había sido la
sostitución de un anárquico alemán, comandante
de la columna de Ascaso, con un exponente comunista. El hecho provocò
vivas protestas de parte de los defensores de la libertad que llegaron
a provocar incidentes que, para ser controlados, fue necesaria la intervención
de las autoridades francesas encargadas de la seguridad.20
En el campo los días pasaban sin que sucediera nada de extraordinario.
El despertador sonaba a las seis y media de la mañana, una hora
más tarde en los meses invernales, en las horas siguientes el
programa preveía el baño y el desayuno. Este último
consistía en una bebida mixta a base de achicoria y otro sucedáneo
del café distribuido caliente en cada barraca y consumido, a
menudo, con un pedazo de pan reservado para el efecto el día
anterior. Sucesivamente los responsables del campo, los responsables
de los “îlot” y quellos de las barracas, informaban
sobre las evasiones, enfermedades, daños, accidentes y todo lo
que hubiese acaecido en las 24 horas precedentes. Seguían algunas
horas libres en las cuales los internos se dedicaban a distintas actividades:
el lavado de ropa, la fabricación o la reparación de herramientas,
la lectura de los periódicos y, a menudo, las discusiones más
o menos comprometidas políticamente. A medio día era previsto
el almuerzo. Este consistía en compartir una ración de
pan, una sopa a base de legumbres, el plato principal y el postre, éste
último constituído de una cucharada de mermelada o de
un pedazo de queso, todo bajo el estricto control del jefe del campamento.
Después del almuerzo iniciaba la tarde interminable normalmente
transcurrida en las barracas durante el invierno y al aire libre en
el verano. La cena se servía entre las seis y las seis y media
y era rigorosamente igual al almuerzo. No sorprende, entonces, que en
el campo fueran frecuentes las enfermedades debidas a la escasa y poco
variada alimentación 21. Al respecto un testimonio
que una interna deja en sus memorias: «La enfermedad se manifesta
al inicio con fiebre alta acompañada de diarrea con pérdida
de sangre y dolor en el vientre. Los enfermos sufrían de cólicos
violentos e inesperados que no permitían el control del esfínter.
Los casos más graves se presentaban con náusea, deshidratación
y pérdida de conciencia hasta llegar a una incontinencia intestinal
total».22 Las difíciles condiciones
alimentarias, hacían que al interior del campo prosperase, alimentado
por los guardianes y por los miembros de las compañías
de trabajo extranjeras, encargadas de la manutención de las estructuras,
el mercado negro. Para este tipo de delito hubo, en esos años,
numerosos procesos.23 A veces, al caer del sol,
la gente se sentaba en círculos e iniciaban a contar historias
o a cantar. A las diez en punto se apagaban las luces y los internos
iban a sus lugares a buscar un poco de serenidad en el sueño.
Pero la noche para algunos era muy dura. El interno Leon Moussinac,
escritor y sindicalista de la CGT, cuenta de este modo sus horas nocturnas:
«Duermo muy mal. La noche no puedo dormir con la espalda pegada
al piso, ocuparía demasiado espacio y pondría en dificultades
a mi vecino. Como la paja no ha sido renovada y era ya poca y polvorienta,
a pesar de nuestras precauciones el anca presiona sobre las tablas y
me duele mucho. Además durante la noche siempre hay alguien que
va al baño, que se levanta en la obscuridad, que maldice, que
pelea o discute. Por último los ratones circulan por todo lado
y pasan por encima de nostros sin ningún temor, hay pulgas también,
más numerosas que los piojos. Cuando uno se levanta de su yacija,
es sorprendente encontrar tantas personas despiertas a cualquier hora
de la noche».24 Otros problemas tenían
que ver con las condiciones higiénicas del campamento. Creado
para aliviar las enormes problemáticas justamente en éste
ámbito, de las playas de Roussillon, era comprensible que el
tema fuese muy sensible para las autoridades francesas. Con el estallido
del conflicto después de los primeros meses, con la consecuente
economía de guerra que fue puesta en acto, (lo que provocó
que el uso de los medios económicos fuese dirigido a otras áreas),
las condiciones higiénicas empeoraron sensiblemente. El frío,
que en los meses invernales obligaba a los internos a estar encerrados
en las barracas, la humedad y la promiscuidad hicieron el resto. Un
informe de la Comisión de control postal del 4 de diciembre de
1940 fotografiaba la situación de la siguiente manera: «La
mayor parte de los internos se lamenta porque no puede mantener una
higiene aceptable […] señalan la presencia de ratas, pulgas
y piojos. Los lavabos y los retretes son casi impracticables a los más
ancianos cuando llueve […] Se han señalado numerosas caídas,
de las cuales una con la rotura de la columna vertebral”.25
No obstante las difíciles condiciones de vida, eran numerosas
las actividades que los internos realizaban para mantenerse ocupados:
se hacía trabajo manual o artístico, música y deporte.
Algunos objetos se construían, además que por pasar el
tiempo, teniendo en cuenta su utilidad. Se pueden mencionar: jarras,
vasos, tazas, sandalias, zapatos acolchados para usarse en los días
de lluvia, muletas para los heridos y cucharas de madera. Otros objetos
tenían una función simplemente decorativa: jarrones, quadros,
esculturas, piezas de ajedrez, pendientes y brazaletes. Los trabajos
sorprendieron mucho a las autoridades del campo, a tal punto que el
generale Ménard organizó una exposición itinerante
que llevó estas obras hasta París. Durante el primer período,
los “internacionales” construyeron varias obras conmemorativas
de la época vivida en tierra española, como el monumento
de los italianos dedicado a Garibaldi y el monumento polaco por la brigada
Dombrowski. La misma cosa hicieron los españoles.26
Variadas fueron las actividades político-intelectuales dentro
del campo. La primera preocupación era sin duda la información:
con el tiempo fueron incautadas por los guardias una docena de copias
de «Humanité» y «Voz de España»,
de la «Voz de Madrid», del «Arbeiter Zeitung»
y de la revista «Pravda». En el campo, los comunistas lograron
organizar un periódico, «La información del campo».
Grande suceso tuvieron las llamadas “barracas de la cultura”
donde se desarrollaban cursos y conferencias. Los argumentos tratados
eran muy variados, iban desde las lenguas (francés, español,
alemán) hasta la historia, la geografía, el cálculo
aplicado, las matemáticas y la mecánica. Los internos
eran muy orgullosos de sus actividades culturales, por lo que llegaron
a definir esas actividades como la “universidad popular”.
En lo que respecta a las otras actividades, el deporte más practicado
era el fútbol y el grupo musical mejor equipado era la orquesta
vasca.27
Muy importante desde el punto de vista político, durante la primera
fase, fue la gran manifestación organizada con ocasión
del 150º anniversario de la toma de la Bastilla, el 14 de julio
de 1939, que constituyó el apogeo y la síntesis de las
actividades en el campo. En esta jornada fueron organizadas: una exposición
artesanal que fue visitada por las autoridades militares y del municipio,
varios eventos deportivos, una representación teatral, un concierto
musical y un espacio de debate político caracterizado por las
intervenciones de Julián Ramírez, a nombre de los refugiados
españoles y de “Gay” en representación de
los internacionales.28 El evento se desarrolló
con la presencia del General Gamelin, Jefe de Estado Mayor del ejército
francés, que quedó agradablemente impresionado de la manifestación
y expresó, seguitamente, su satisfacción al Prefecto.29
A volver aún más difícil la condición de
los internos, era el escaso contacto con el exterior que era, además,
sujeto a un estricto control por parte de los diferentes prefectos que
se sucedieron en la guía del Departamento entre 1.939 y 1.944.
Las ya escasas visitas, fueron prácticamente abolidas con la
guerra. Era tenida bajo control también la correspondencia postal.30
Para muchas personas la situación continuó a ser complicada
aún después del final del internamiento. Veamos, por ejemplo,
el recuerdo del escritor Arthur Koestler de algunas de las mujeres que
habían estado internas en el campo de Gurs: «6 de julio.
Navarrenx. He visto muchas emigradas alemanas precedentemente internadas
en Gurs. Han sido liberadas, no saben dónde ir, no saben qué
hacer. He hablado con una de ellas en un café. Me ha dicho que
ha enviado un telegrama a todos los campos de concentación de
la Francia no ocupada para encontrar a su marido […] Centenares
de mujeres viven en Navarrenx, y Castlenau, en Sus, en Géronce
y en otros pueblos de los alrededores. La población las llama
“les Gursiennes”. Los agricultores pusieron a disposición
de las mujeres algunas habitaciones y les dejaron trabajar en los campos.
Estaban desnutridas y cansadas pero limpias y ordenadas. Todas llevaban
un pañuelo en la cabeza».31
(Francesco Cecchetti)
Note
-
Cfr. Claude Laharie, Le Camp
de Gurs. 1939-1945. Un aspect méconnu de l'histoire de Vichy,
J&d Editions, Pau, 1993, pp. 26, 29, 35-36; Claude Laharie,
Gurs. 1939-1945. Un camp d’internement en Béarn, Atlantica,
Biarritz, 2005, p. 19; Anne Grynberg, Anne Charaudeau, Les camps
d’internement, in Exils et migration. Italiens et Espagnols
en France 1938-1946, a cura di Pierre Milza e Denis Peshanski, L’Harmattan,
Paris, 1994, p. 142.
-
Cfr. Claude Laharie, Le Camp
de Gurs, cit., p. 55.
-
Cfr. Claude Laharie, Gurs. L'art
derrière les barbélés: 1939-1944, Atlantica,
Biarritz, 2007, p. 13.
-
Cfr. Claude Laharie, Le Camp
de Gurs, cit, p. 75. Los autores, al contrario, sostienen que la
presencia en el campo era ya consistente desde el inicio de los
trabajos de construcción. Por ejemplo Ramella, habla de 16.000
internos en Gurs ya a finales de abril y Pruja afirma que quando
se concluyó la construcción del campo ya 15.000 personas
(refugiados vascos, brigadistas y aviadores) se encontraban ahí
(cfr. Pietro Ramella, La Retirada. L'odissea di 500000 repubblicani
spagnoli esuli dopo la guerra civile (1939/1945), Lampi di stampa,
Milano, 2003, p. 69; Jean-Claude Pruja, La guerre d’Espagne.
De la République aux camps de l'exil. Réfugiés
dans les Pyrénées et sur la côte catalane...,
Alan Sutton, Saint-Cyr-sur-Loire Cedex, 2009, p. 218.
-
Cfr. Claude Laharie, Le Camp
de Gurs, pp. 75-79.
-
Cfr., Idem., pp. 126-128.
-
Cfr. Anne Grynberg, Anne Charaudeau,
Les camps d’internement, cit., p. 142.
-
Cfr. Claude Laharie, Le Camp
de Gurs, cit., pp. 137-138; Claude Laharie, Gurs:1939-1945, cit.,
p. 33; Denis Peshanski, La France des Camps. L'internament 1938-1946,
Paris, Gallimard, 2002, pp. 152-156.
-
Cfr. Claude Laharie, Le Camp
de Gurs, cit., p. 143; Claude Laharie, Gurs: 1939-1945, cit., p.
33; Claude Laharie, Gurs, cit., p. 15; Denis Peshanski, La France
des Camps, cit., p. 105.
-
Cfr. Claude Laherie, Le camp
de Gurs, cit., p. 166; Claude Laharie, Gurs:1939-1945, cit., p.
39.
-
Cfr. Claude Laharie, Le Camp
de Gurs, cit., p. 166.
-
Cfr. Claude Laharie,Gurs: 1939-1945,
cit., pp. 41-43.
-
Cfr. Claude Laharie, Le camp
de Gurs, cit., pp. 219-221; Claude Laharie, Gurs:1939-1945, cit.,
p. 59.
-
Cfr. Claude Laharie, Gurs: 1939-1945,
cit., p. 67; Denis Peshanski, La France des Camps, cit., p. 311.
-
Cfr. Claude Laharie, Gurs: 1939-1945,
cit., p. 363; Pietro Ramella, La Retirada,cit., p. 139.
-
Cfr., Claude Laharie, Gurs: 1939-1945,
cit., pp. 69-73.
-
Cfr. Claude Laharie, Le Camp
de Gurs, cit., pp. 103-108.
-
Cfr. Claude Laharie, Gurs:1939-1945,
cit, p. 31.
-
Idem., p. 32.
-
Cfr. Pietro Ramella, La retirada,
cit., p. 88.
-
Cfr. Claude Laharie, Le Camp
de Gurs, cit., cit., pp. 282-285.
-
Denis Peshanski, La France des
Camps, cit., p. 301.
-
Cfr. Claude Laharie, Le Camp
de Gurs, cit., pp. 314-323; Claude Laharie, Gurs: 1939-1945, cit.,
p. 45.
-
Claude Laharie, Le Camp de Gurs,
cit., p. 285.
-
Idem, pp. 327-328.
-
Cfr. Claude Laharie, Le Camp
de Gurs, cit., pp. 90-94; cfr. Claude Laharie, Gurs, cit., pp. 19-36.
-
Cfr. Claude Laharie, Le Camp
de Gurs, cit., pp. 95-100.
-
Cfr. Idem, cit., pp. 101-102.
-
Cfr. Claude Laharie, Gurs:1939-1945,
cit., p. 30.
-
Cfr. Claude Laharie, Le camp
de Gurs, cit., pp. 341-347.
-
Arthur Koestler, La lieu de la
terre, Charlot Edition, Parigi, 1946, pp. 312-314.
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