Gurs

 

Gurs es una ciudad situada en la frontera de Bearn en la provincia vasca oriental a orillas del Gave d’Oloron. Aquí, el 15 de marzo de 1939 las autoridades francesas decidieron instalar un “centre d’accueil” (centro de acogida) para “hospedar” a los combatientes de las Brigadas Internazionales y a los refugiados que huían de España. La urgencia de una rápida construcción del campo nacía, sobre todo, de la necesidad de aliviar las terribiles condiciones de vida de los españoles y de los voluntarios antifranquistas que se agolpaban en las playas del Roussillon. Para la construcción del campo, terminada el 25 de abril, fueron necesarios solamente 42 días. El terreno sobre el cual se extendía era de 79,6 hectáreas y formaba un rectángulo de casi dos kilómetros de largo y casi cuatrocientos de ancho. Las barracas que constituían el campamento eran 428 (de las cuales 382 destinadas a los internos) y todas tenían las mismas dimensiones: 24 metros de largo, 6 de ancho en la parte inferior y dos metros y medio en la entrada. Estaban agrupadas en 13 “îlot” cada uno de los cuales, como de otra parte el conjunto del campo, estaba circundado de alambre de púas (“barbélés”). Todos los “îlot” contaban con una estructura común que contaba con un cocina, un lavadero, un contenedor para los excrementos y una ducha.1 Desde el primero hasta el último día de su historia, el campo de Gurs fue administrado en cada componente (jefes, guardias, responsables de los consultorios médicos, enfermeros, etc) por personal de nacionalidad francesa.2
La historia de Gurs se puede dividir en tres secciones que determinaron la concepción misma del campo y la vida que se desarrolló al interior. El primer período, (que va de abril de 1939 a mayo 1940), recibió internos y combatientes republicanos españoles, todos hombres jóvenes o de edad madura. En este año transitaron en este campo, alrededor de 27.350 personas. Estas estaban agrupadas en cuatro sub-grupos a cada uno de los cuales correspondía un grupo de “îlot”: los combatientes republicanos de origen vasca provenientes casi todos de Argelès ( “îlot” A, B, C, e D); los voluntarios de las Brigadas Internazionales provenientes de 52 países (“îlot” G, H, I e J); los militares de la aviación republicana, conocidos como “les avieateurs” (“los aviadores”) (“îlot” E, F e G); los otros combatientes antifranquistas generalmente aragoneses y andaluces (“îlot” K, L e M).3 Según Claude Laharie, autor de varios estudios sobre el campo de Gurs, las primeras personas llegaron el 5 de abril de 1939 mientras el campo estaba todavía en construcción. Eran 980 vascos que fueron inmediatamente conducidos al “îlot” A. 4 Estos provenían de “Guernicaberry”, el pueblo vasco del campamento de Argelès y eran guiados por el viejo capitán del ejército republicano Martin Soler-Zangito. Aún si los problemas no faltarían en el futuro, proveniendo de los campamentos sobre la playa, donde sólo las carpas servían de refugio, la primera impresión que tuvieron de las barracas de Gurs no fue negativa. Otros grupos, siempre compuestos exclusivamente por vascos, llegaron entre el 6 y el 8 de abril por un total de 2.745 personas. Los “avieateurs” llegaron, en cambio, a partir del 19 de abril, mientras al día siguiente fue el turno de de los primeros voluntarios de las Brigadas Internazionales. El 23 fue, en cambio, el momento de la llegada de los “Españoles”, o sea, de los refugiados que no pertenecían a ninguno de los tres precedentes grupos. Con los 18.985 “hospedados” (60 refugiados por cada barraca, más la enfermería al completo) del 10 de mayo, se llegó a la capacidad máxima del campamento; las condiciones, aún siendo próximas a las de una cárcel, eran mucho mejores si comparadas a aquellas de Argelès y a los otros campamentos en la playa. Con la cifra del 10 de mayo se llegó a la capacidad de “acogida” fijada por el general Ménard para Gurs; ésta había sido comunicada por escrito, junto a quellas establecidas para Septfonds, Vernet y Adge, a los Comandantes generales de la 16°, de la 17° y de la 18° región, el 27 de abril de 1939. Sucesivamente la población del campo disminuyó: los repatrios y aquellos que encontraban con un empleo, sobre todo en la agricultura, superaban de hecho los nuevos arrivos desde Saint Cyprien y Barcarès. Al momento de la declaración de guerra, casi 15.000 personas vivían en el campo.5 En general, la población del campamento continuò a disminuir, pasando de los 14.977 internos del 1° de septiembre de 1.939 a los 8.171 del 1° de febrero de 1940 hasta llegar a los 2.470 del 1° de mayo del mismo año. Esta drástica disminución era fruto de la constante campaña para los repatrios, considerada por los franceses el único modo para deshacerse de los refugiados y favorecedor para los españoles por la amnistía de Franco del 4 de octubre de 1939, y de las siempre más numerosas solicitudes de mano de obra que llegaban al campamento para sostener la economía de guerra francesa.6 De otra parte, alrededor de 4.000 entre los ex combatientes antifranquistas internados en Gurs, gracias a la intervención del Ministerio de Relaciones Exteriores francés, se refugiaron en México, Chile, Venezuela, Uruguay y Colombia.7
Justo cuando parecía inminente el cierre del campamento inició, en el mes de mayo de 1940, una segunda fase en la vida del mismo, aquella de los “indesidérables”(indeseados). Con el ataque de la Wermacht en Bélgica y en el norte de Francia, tanto hombres como mujeres, entre los cuales numerosos judíos alemanes, polacos y austríacos, escapan a París huyendo de la veloz avanzada del ejército alemán. Pocos días después, con la amenza de Hitler a París, el gobierno francés tomó una serie de duras medidas que disponían el agrupamiento de todos los ciudadanos de países enemigos, o sea, de alemanes (categoría que en este momento incluían también a los austríacos) y de polacos en los estadios de París. Para los hombres se eligió el estadio “Buffalo” y para las mujeres el Vel d’Hiv (“Velódromo de invierno”). Los primeros fueron conducidos a Rivesaltes, las segundas a Gurs.8 De este modo las mujeres, 9.771 internas entre el 1° de mayo y el 23 de octubre, de las cuales más de la mitad provenientes de París (“Les Parisiennes”), fueron, durante esta fase, la componente más numerosa del campo. La mayor parte de éstas eran judías. El gobierno francés estableció además la transferencia de los prisioneros (esencialmente militantes del PCF y de la CGT) detenidos en las cárceles de Santé y de Cherche-Midi en Gurs. Ellos eran conocidos como los “políticos” y en el período en examen eran más o menos 1.300. El otro grupo de internos era constituído por los cerca 3.700 combatientes del ejército republicano. Entre estos 800 estaban los militantes vascos del Partido Nacionalista Vasco (PNV) y del sindicato Solidaridad de los trabajadores vascos (STV) arrestados en la región. Todos los nuevos internos eran definidos “indeseados” en cuanto sospechosos de pertenecer a la quinta columna.9
Durante el verano de 1940 mucha gente partió del campo, a tal punto que el 1° de octubre quedaban solamente 3.594 internos haciendo pensar nuevamente que el cierre del campo era próximo. Inició en cambio la tercera fase en la cual Gurs se convirtió en un campo de internamiento para los judíos y el símbolo del antisemitismo del régimen de Vichy (Gurs se encontraba, aunque por pocos kilómetros en la parte de la Francia no ocupada). El 3 de octubre de 1940 fue promulgado el Estatuto de los judíos con el cual éstos eran excluídos de la función pública, de la prensa, etc. En lo que respecta a la legislación, en cambio, sobre el Art. 2 que es lo que nos interesa directamente, en una ley del 4 de octubre se leía: «los exiliados extrajeros de raza judía, a partir de la fecha de promulgación de la siguiente ley, podrán ser internados en los campos especiales por decisión del Prefecto del departamento donde residen».10 En una nota del Ministerio del Interior publicada el 20 de octubre sobre el funcionamiento de los campos para extranjeros de la zona no ocupada, Gurs fue definido “semi-represivo”.11 Entre el 24 de octubre de 1940 y el 1° de noviembre de 1.943 llegarán más de 18.000 nuevos internos casi todos por motivos raciales. “Les Gursiens” de esta época, se dividieron en tres grandes categorías: los judíos alemanes originarios de Baden, del Palatinato y de la Saar (alrededor de 6.500), la mayor parte ancianos forzados por la Gestapo y su “operación Bürckel” a transferirse a Francia; los judíos, hombres, mujeres y niños, (7.000 aproximadamente), trasferidos de los otros campos del sur (sobre todo de Saint Cyprien); las víctimas de las redadas, de las operaciones de policía (en número similar a aquél de los grupos precedentes), es decir, esencialmente exiliados, desplazados y personas expulsadas de otros centros de “acogida”.12 Junto a las llegadas se sucedían los traslados hacia diferentes destinos. Un tercio de los internos es transferido hacia otros campos (Rivesaltes, Noè, Récébédou, Nexon, Brens y Vernet), otro tercio es reclutado por las compañías de trabajo extranjeras o son tranferidos a centros de acogida y a hospitales, mientras cerca de 4.000 personas fueron deportadas (la mayoría a Auschwitz pasando por Drancy). Los otros (3.500) se obtienen sumando los muertos en el campo (1.038 según las estimas oficiales), los liberados, los prófugos y los repatriados voluntarios.13
A finales del verano de 1943 permanecían en el campo solamente un centenar de internos. Por la tercera vez parecía que la desmovilización general sería efectiva. Fue justamente en esta fase que, en la noche del 25 de septiembre, dos grupos de maquis, procedentes uno de Pau y el otro de Mauléon, lograron entrar en el campo, neutralizar los guardias y apropiarse de todas las armas. La acción tuvo gran resonancia a tal punto que el Ministro del Interior de Vichy, constatada la imposibilidad de defender el campo, decidió por su disolución el 1° de noviembre. El campo, sin embargo, no permaneció cerrado por mucho tiempo, y en la primavera de 1.944, fueron internados allí un grupo de gitanos que venían del campo de nómadas de Saliers (Bouches-du-Rhone), algunas prostitutas y varios comerciantes del mercado negro de Brens. Los gitanos y los “Brensoises” lograron huir el 25 de junio. Por último, inmediatamente después de la liberación de la región, fueron internados, bajo la autoridad del nuevo Prefecto y de la guardia de los partisanos, los prisioneros de guerra alemanes y los colaboracionistas franceses. El campo fue cerrado, esta vez de modo definitivo, en dicembre de 1.945. 14 Según el trabajo de Laharie el total de los internos, durante todo el período en el cual el campo de Gurs había sido operativo, habían sido 60.559. 15
Después del final de la segunda guerra mundial, el campo de Gurs fue olvidado. En 1.963 el consistoro israelita del Baden restauró el cementerio que hoy es prácticamente el único testimonio y organizó ceremonias de conmemoración que obtuvieron respuesta sólo entre la comunidad judía de la región. La situación mejoró sólo a partir de 1980 cuando fue creada la Asociación de Amigos del campo de Gurs con el objetivo de conservar su memoria. Con un decreto del 3 de febrero de 1993, el campo ha sido denominado “lieu de mémoire national” (“lugar de la memoria nacional”) para honorar a las víctimas del racismo y del antisemitismo de Vichy.16
Muchos de los internos de Gurs se conviertieron, en la posguerra, en personajes famosos. Entre los otros, fueron “alojados” en el campo, el polaco Walter Swierzcewski, uno de los primeros organizadores de las Brigadas Internacionales; los checoslovacos Oswald Zavodsky (futuro Ministro de la Seguridad del Estado), Josef Pavel (después Viceministro del Interior), Laco Heldos, (más tarde Vicepresidente del Consejo) y Leopold Hoffman (Jefe del Servicio de Seguridad del Presidente Gottwald); los yugoslavos Illitch (futuro embajador en París), Daptchevitch (Jefe de Estado Mayor) y Goschnak (más tarde Ministro de la Defensa); el húngaro Laszlo Rajk (futuro Ministro de Relaciones Exteriores); el rumeno Mihail Florescu (después Ministro della Ciencia y de la Técnica); el albanés Mehemet Chehu (futuro Primer Ministro); el paraguayo Païva (uno de los fundadores del partido comunista de su país), los alemanes Hugo Wittman, Ivo Veivoda y Friedmann (futuros exponentes políticos de renombre de Alemania del Este). Estos nombres permiten comprender cómo el campo de Gurs represente una etapa fundamental para la construcción de la clase dirigente en el inmediato posguerra de Europa del Este. Entre todos los italianos presentes en el campo, estuvieron “hospedados” en Gurs: Giuliano Pajetta y Edoardo D’Onofrio.17 En cambio, contrariamente a la convicción de muchos, en el campo nunca estuvieron ni el futuro presidente albanés Enver Hodja ni el futuro presidente yugoslavo Tito.18 Entre los “indeseables” estuvieron internos la filosofa Hanna Arendt, la escritora Hanna Schraman, la clavecinista Wanda Landowska, la actriz Dita Parlo, la periodista Lotte Eisner y la pintora Lou Albert-Lazard. Entre los franceses, los más conocidos eran Louis Econ, pacifista y escritor, Yves Péron y Daniel Renoult, diputados comunistas, Léon Berody, sindicalista de la CGT y futuro presidente de la “Amicale du Camp”, y Charles Joineau, más adelante fundador de la Federación Nacional de los deportados, de los internos, de los miembros de la resistenciay de los patriotas.19
Como en los otros campos, fueron numerosas las discusiones debidas a motivaciones ideológicas entre las varias componentes políticas. En Gurs, uno de los mayores motivos de fricción era la asignación de los roles de dirección en el campo. Los problemas mayores se dieron entre los comunistas y los anárquicos; éstos estan bien ejemplificados en un episodio descrito por Pietro Ramella en su libro La Retirada. En el caso específico, los comunistas habían logrado asegurarse todos los puestos importantes; a provocar una fuerte polémica, en modo particular, había sido la sostitución de un anárquico alemán, comandante de la columna de Ascaso, con un exponente comunista. El hecho provocò vivas protestas de parte de los defensores de la libertad que llegaron a provocar incidentes que, para ser controlados, fue necesaria la intervención de las autoridades francesas encargadas de la seguridad.20
En el campo los días pasaban sin que sucediera nada de extraordinario. El despertador sonaba a las seis y media de la mañana, una hora más tarde en los meses invernales, en las horas siguientes el programa preveía el baño y el desayuno. Este último consistía en una bebida mixta a base de achicoria y otro sucedáneo del café distribuido caliente en cada barraca y consumido, a menudo, con un pedazo de pan reservado para el efecto el día anterior. Sucesivamente los responsables del campo, los responsables de los “îlot” y quellos de las barracas, informaban sobre las evasiones, enfermedades, daños, accidentes y todo lo que hubiese acaecido en las 24 horas precedentes. Seguían algunas horas libres en las cuales los internos se dedicaban a distintas actividades: el lavado de ropa, la fabricación o la reparación de herramientas, la lectura de los periódicos y, a menudo, las discusiones más o menos comprometidas políticamente. A medio día era previsto el almuerzo. Este consistía en compartir una ración de pan, una sopa a base de legumbres, el plato principal y el postre, éste último constituído de una cucharada de mermelada o de un pedazo de queso, todo bajo el estricto control del jefe del campamento. Después del almuerzo iniciaba la tarde interminable normalmente transcurrida en las barracas durante el invierno y al aire libre en el verano. La cena se servía entre las seis y las seis y media y era rigorosamente igual al almuerzo. No sorprende, entonces, que en el campo fueran frecuentes las enfermedades debidas a la escasa y poco variada alimentación 21. Al respecto un testimonio que una interna deja en sus memorias: «La enfermedad se manifesta al inicio con fiebre alta acompañada de diarrea con pérdida de sangre y dolor en el vientre. Los enfermos sufrían de cólicos violentos e inesperados que no permitían el control del esfínter. Los casos más graves se presentaban con náusea, deshidratación y pérdida de conciencia hasta llegar a una incontinencia intestinal total».22 Las difíciles condiciones alimentarias, hacían que al interior del campo prosperase, alimentado por los guardianes y por los miembros de las compañías de trabajo extranjeras, encargadas de la manutención de las estructuras, el mercado negro. Para este tipo de delito hubo, en esos años, numerosos procesos.23 A veces, al caer del sol, la gente se sentaba en círculos e iniciaban a contar historias o a cantar. A las diez en punto se apagaban las luces y los internos iban a sus lugares a buscar un poco de serenidad en el sueño. Pero la noche para algunos era muy dura. El interno Leon Moussinac, escritor y sindicalista de la CGT, cuenta de este modo sus horas nocturnas: «Duermo muy mal. La noche no puedo dormir con la espalda pegada al piso, ocuparía demasiado espacio y pondría en dificultades a mi vecino. Como la paja no ha sido renovada y era ya poca y polvorienta, a pesar de nuestras precauciones el anca presiona sobre las tablas y me duele mucho. Además durante la noche siempre hay alguien que va al baño, que se levanta en la obscuridad, que maldice, que pelea o discute. Por último los ratones circulan por todo lado y pasan por encima de nostros sin ningún temor, hay pulgas también, más numerosas que los piojos. Cuando uno se levanta de su yacija, es sorprendente encontrar tantas personas despiertas a cualquier hora de la noche».24 Otros problemas tenían que ver con las condiciones higiénicas del campamento. Creado para aliviar las enormes problemáticas justamente en éste ámbito, de las playas de Roussillon, era comprensible que el tema fuese muy sensible para las autoridades francesas. Con el estallido del conflicto después de los primeros meses, con la consecuente economía de guerra que fue puesta en acto, (lo que provocó que el uso de los medios económicos fuese dirigido a otras áreas), las condiciones higiénicas empeoraron sensiblemente. El frío, que en los meses invernales obligaba a los internos a estar encerrados en las barracas, la humedad y la promiscuidad hicieron el resto. Un informe de la Comisión de control postal del 4 de diciembre de 1940 fotografiaba la situación de la siguiente manera: «La mayor parte de los internos se lamenta porque no puede mantener una higiene aceptable […] señalan la presencia de ratas, pulgas y piojos. Los lavabos y los retretes son casi impracticables a los más ancianos cuando llueve […] Se han señalado numerosas caídas, de las cuales una con la rotura de la columna vertebral”.25
No obstante las difíciles condiciones de vida, eran numerosas las actividades que los internos realizaban para mantenerse ocupados: se hacía trabajo manual o artístico, música y deporte. Algunos objetos se construían, además que por pasar el tiempo, teniendo en cuenta su utilidad. Se pueden mencionar: jarras, vasos, tazas, sandalias, zapatos acolchados para usarse en los días de lluvia, muletas para los heridos y cucharas de madera. Otros objetos tenían una función simplemente decorativa: jarrones, quadros, esculturas, piezas de ajedrez, pendientes y brazaletes. Los trabajos sorprendieron mucho a las autoridades del campo, a tal punto que el generale Ménard organizó una exposición itinerante que llevó estas obras hasta París. Durante el primer período, los “internacionales” construyeron varias obras conmemorativas de la época vivida en tierra española, como el monumento de los italianos dedicado a Garibaldi y el monumento polaco por la brigada Dombrowski. La misma cosa hicieron los españoles.26
Variadas fueron las actividades político-intelectuales dentro del campo. La primera preocupación era sin duda la información: con el tiempo fueron incautadas por los guardias una docena de copias de «Humanité» y «Voz de España», de la «Voz de Madrid», del «Arbeiter Zeitung» y de la revista «Pravda». En el campo, los comunistas lograron organizar un periódico, «La información del campo». Grande suceso tuvieron las llamadas “barracas de la cultura” donde se desarrollaban cursos y conferencias. Los argumentos tratados eran muy variados, iban desde las lenguas (francés, español, alemán) hasta la historia, la geografía, el cálculo aplicado, las matemáticas y la mecánica. Los internos eran muy orgullosos de sus actividades culturales, por lo que llegaron a definir esas actividades como la “universidad popular”. En lo que respecta a las otras actividades, el deporte más practicado era el fútbol y el grupo musical mejor equipado era la orquesta vasca.27
Muy importante desde el punto de vista político, durante la primera fase, fue la gran manifestación organizada con ocasión del 150º anniversario de la toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1939, que constituyó el apogeo y la síntesis de las actividades en el campo. En esta jornada fueron organizadas: una exposición artesanal que fue visitada por las autoridades militares y del municipio, varios eventos deportivos, una representación teatral, un concierto musical y un espacio de debate político caracterizado por las intervenciones de Julián Ramírez, a nombre de los refugiados españoles y de “Gay” en representación de los internacionales.28 El evento se desarrolló con la presencia del General Gamelin, Jefe de Estado Mayor del ejército francés, que quedó agradablemente impresionado de la manifestación y expresó, seguitamente, su satisfacción al Prefecto.29
A volver aún más difícil la condición de los internos, era el escaso contacto con el exterior que era, además, sujeto a un estricto control por parte de los diferentes prefectos que se sucedieron en la guía del Departamento entre 1.939 y 1.944. Las ya escasas visitas, fueron prácticamente abolidas con la guerra. Era tenida bajo control también la correspondencia postal.30
Para muchas personas la situación continuó a ser complicada aún después del final del internamiento. Veamos, por ejemplo, el recuerdo del escritor Arthur Koestler de algunas de las mujeres que habían estado internas en el campo de Gurs: «6 de julio. Navarrenx. He visto muchas emigradas alemanas precedentemente internadas en Gurs. Han sido liberadas, no saben dónde ir, no saben qué hacer. He hablado con una de ellas en un café. Me ha dicho que ha enviado un telegrama a todos los campos de concentación de la Francia no ocupada para encontrar a su marido […] Centenares de mujeres viven en Navarrenx, y Castlenau, en Sus, en Géronce y en otros pueblos de los alrededores. La población las llama “les Gursiennes”. Los agricultores pusieron a disposición de las mujeres algunas habitaciones y les dejaron trabajar en los campos. Estaban desnutridas y cansadas pero limpias y ordenadas. Todas llevaban un pañuelo en la cabeza».31

 

(Francesco Cecchetti)

 

 

Note

  1. Cfr. Claude Laharie, Le Camp de Gurs. 1939-1945. Un aspect méconnu de l'histoire de Vichy, J&d Editions, Pau, 1993, pp. 26, 29, 35-36; Claude Laharie, Gurs. 1939-1945. Un camp d’internement en Béarn, Atlantica, Biarritz, 2005, p. 19; Anne Grynberg, Anne Charaudeau, Les camps d’internement, in Exils et migration. Italiens et Espagnols en France 1938-1946, a cura di Pierre Milza e Denis Peshanski, L’Harmattan, Paris, 1994, p. 142.
  2. Cfr. Claude Laharie, Le Camp de Gurs, cit., p. 55.
  3. Cfr. Claude Laharie, Gurs. L'art derrière les barbélés: 1939-1944, Atlantica, Biarritz, 2007, p. 13.
  4. Cfr. Claude Laharie, Le Camp de Gurs, cit, p. 75. Los autores, al contrario, sostienen que la presencia en el campo era ya consistente desde el inicio de los trabajos de construcción. Por ejemplo Ramella, habla de 16.000 internos en Gurs ya a finales de abril y Pruja afirma que quando se concluyó la construcción del campo ya 15.000 personas (refugiados vascos, brigadistas y aviadores) se encontraban ahí (cfr. Pietro Ramella, La Retirada. L'odissea di 500000 repubblicani spagnoli esuli dopo la guerra civile (1939/1945), Lampi di stampa, Milano, 2003, p. 69; Jean-Claude Pruja, La guerre d’Espagne. De la République aux camps de l'exil. Réfugiés dans les Pyrénées et sur la côte catalane..., Alan Sutton, Saint-Cyr-sur-Loire Cedex, 2009, p. 218.
  5. Cfr. Claude Laharie, Le Camp de Gurs, pp. 75-79.
  6. Cfr., Idem., pp. 126-128.
  7. Cfr. Anne Grynberg, Anne Charaudeau, Les camps d’internement, cit., p. 142.
  8. Cfr. Claude Laharie, Le Camp de Gurs, cit., pp. 137-138; Claude Laharie, Gurs:1939-1945, cit., p. 33; Denis Peshanski, La France des Camps. L'internament 1938-1946, Paris, Gallimard, 2002, pp. 152-156.
  9. Cfr. Claude Laharie, Le Camp de Gurs, cit., p. 143; Claude Laharie, Gurs: 1939-1945, cit., p. 33; Claude Laharie, Gurs, cit., p. 15; Denis Peshanski, La France des Camps, cit., p. 105.
  10. Cfr. Claude Laherie, Le camp de Gurs, cit., p. 166; Claude Laharie, Gurs:1939-1945, cit., p. 39.
  11. Cfr. Claude Laharie, Le Camp de Gurs, cit., p. 166.
  12. Cfr. Claude Laharie,Gurs: 1939-1945, cit., pp. 41-43.
  13. Cfr. Claude Laharie, Le camp de Gurs, cit., pp. 219-221; Claude Laharie, Gurs:1939-1945, cit., p. 59.
  14. Cfr. Claude Laharie, Gurs: 1939-1945, cit., p. 67; Denis Peshanski, La France des Camps, cit., p. 311.
  15. Cfr. Claude Laharie, Gurs: 1939-1945, cit., p. 363; Pietro Ramella, La Retirada,cit., p. 139.
  16. Cfr., Claude Laharie, Gurs: 1939-1945, cit., pp. 69-73.
  17. Cfr. Claude Laharie, Le Camp de Gurs, cit., pp. 103-108.
  18. Cfr. Claude Laharie, Gurs:1939-1945, cit, p. 31.
  19. Idem., p. 32.
  20. Cfr. Pietro Ramella, La retirada, cit., p. 88.
  21. Cfr. Claude Laharie, Le Camp de Gurs, cit., cit., pp. 282-285.
  22. Denis Peshanski, La France des Camps, cit., p. 301.
  23. Cfr. Claude Laharie, Le Camp de Gurs, cit., pp. 314-323; Claude Laharie, Gurs: 1939-1945, cit., p. 45.
  24. Claude Laharie, Le Camp de Gurs, cit., p. 285.
  25. Idem, pp. 327-328.
  26. Cfr. Claude Laharie, Le Camp de Gurs, cit., pp. 90-94; cfr. Claude Laharie, Gurs, cit., pp. 19-36.
  27. Cfr. Claude Laharie, Le Camp de Gurs, cit., pp. 95-100.
  28. Cfr. Idem, cit., pp. 101-102.
  29. Cfr. Claude Laharie, Gurs:1939-1945, cit., p. 30.
  30. Cfr. Claude Laharie, Le camp de Gurs, cit., pp. 341-347.
  31. Arthur Koestler, La lieu de la terre, Charlot Edition, Parigi, 1946, pp. 312-314.