Voluntarios en guerra

 

Introducción

Los liberales, los democráticos y los anarquistas españoles, oponiéndose a la más reaccionaria de las viejas clases oligárquicas y a la más intolerante de las iglesias, tuvieron según Leo Valiani «la posibilidad y el deber íntimo de afrimar sus ideas de libertad, de democracia, de socialismo en la forma más pura y universal» ( Valiani, 1996 ). Los voluntarios llegados a España desde todo el mundo a partir del verano del 1936 condividían con las masas españolas estos ideales y la aspiración a una vida plenamente humana y digna, y se ofrecieron para combatir por el progreso y por estos principios.
En la misma manera los condividía el soldado italiano tomado como ejemplo por George Orwell cuando el periodista afirmó que «más allá de la política de las potencias y de las mentiras de los periódicos, el objetivo de fondo de la guerra era que gente como aquel miliciano conquistara una vida digna a la cuál sabía que tenía naturalmente derecho» y sostiene, hablando de la segunda guerra mundial, que la defensa de aquellos ideales había sido «la cuestión de fondo de la guerra civil española, como lo es de la guerra actual y de las otras que quizás llegarán» (Orwell, 2007).
Los sufrimientos afrontados por los voluntarios internacionales por esta causa, sin embargo, no son sólo aquellos ligados al horror de fondo de la vida militar y de una guerra combatida tenazmente en cada frente, sino que comprenden también las más disparatadas de las peripecias que la mayor parte de ellos han tenido que afrontar, atravesando la mitad de Europa en fuga de la policía de los diversos países, para llegar a España a través de Perpignan, atravesando a pié los Pirineos desde la frontera de Port Bou, o a través del mar embarcándose desde Marsella hacia Barcelona.

 


Las brigadas internacionales

Las primeras formaciones de voluntarios internacionales.
Las primeras formaciones de voluntarios internacionales.
A parte de los pocos antifascistas extranjeros que ya se encontraban en España durante el estallido de la guerra ( entre los cuáles se encontraban los italianos Fernando De Rosa y Vittorio Vidali ), los primeros voluntarios externos llegaron en Julio del 1936 atravesando clandestinamente la frontera catalana. Eran principalmente anarquistas italianos que desde hacia bastante tiempo se encontraban exiliados en Francia y anarquistas franceses intencionados a combatir por la revolución internacional junto a los hermanos españoles.
Fueron estos “internacionales”, organizados en la columna anarquista de Buenventura Durruti, a participar a la liberación del Bajo Aragón ya en Julio del 1936. De la Columna Durruti hacían parte, desde las primeras semanas de la guerra civil, cerca de 150 voluntarios internacionales, entre los cuáles los italianos Gino Sette y Renzo Giua, mientras otro grupo de cerca 150 internacionales se era enrolado con Durruti pero se había después transferido a la columna Ortiz, que combatirá en el Sud, en el frente de Belchite. Los combates más duros sostenidos por los internacionales de la columna Durruti tuvieron lugar en Pina de Ebro, donde en una batalla, el 16 de Octubre del 1936, los internacionales, incluso resultando victoriosos, tuvieron que lamentar la pérdida de ochenta hombres.
Provenientes de un terreno ideológico distinto, en Agosto del 1936 acudieron al frente de Aragón cerca de 300 voluntarios internacionales adheridos al POUM que fueron encuadrados en la Columna Lenin y operaron en estrecha colaboración práctica con los anarquistas. Eran en su mayor parte ingleses del Indipendent Labour Party ( y entre ellos el escritor George Orwell ), belgas del ala izquierda del Partido Operario, franceses de la fracción Gauche révolutionnaire socialiste y también algunos italianos provenientes del Partito socialista massimalista y del ala comunista bordighista.
Una tercera columna de voluntarios internacionales, italianos en su totalidad, se formó el 17 de Agosto del 1936 en el frente septentrional de Aragón ( bajo Huesca) al interno de la columna Ascaso. Se trataba de la denominada “colonna italiana” o “colonna Rosselli”, constituída por Carlo Rosselli y Mario Angeloni. Compuesta por anarquistas guiados por Camillo Berneri, la columna tenía una orientación libertaria cercana a las posiciones de Giustizia e Libertá e incluía también comunistas, giellisti, socialistas y antifascistas genéricos.

 

El papel de la Internacional
Por su parte, la Internacional comunista tardó algo en intervenir en España, convencida de que el gobierno francés habría encontrado un modo para ayudar, sin armar mucho ruido, los republicanos españoles. Numeros militantes comunistas, sin embargo, descontentos de la adhesión de Mosca al Pacto de no intervención, acudieron a España en pequeños grupos y sin el consenso del partido ya desde los primeros días de Agosto del 1936. Algunos hicieron parte del esquadrón aéreo organizado y comandado por el escritor francés André Malraux ( y entre estos también Nicola Chiaromente y Veniero Spinelli ). Un grupo defendió eróicamente el puente internacional de Irún, escribiendo una de las primeras páginas gloriosas de la guerra, otros se extendieron hasta el País Vasco ( entre ellos Nino Nannetti ) para apoyar a las milicias populares en la defensa de Santander. Otros aún sirvieron en la flota republicana de Cartagena o – como Aldo Morandi y Francesco Scotti – en estados mayores de división española.
La primera formación enviada expresamente por la Internacional comunista fué, sin embargo, en Septiembre del 1936, la Centuria Hastone Sozzi, compuesta por cerca de un centenar de internacionales, en prevalencia italianos, a los cuáles se unieron algunos militares franceses y polacos. La Internacional comunista había decidido, de hecho, otorgar un apoyo directo a la República española: aeroplanos, carros armados, cañones, ametralladoras rusas fueron enviadas a España en cantidad considerable junto con algunos centenares de especialistas rusos para enseñarles el uso a los españoles. Al mismo tiempo, una reunión crucial desarrolada en Praga el 26 o 24 Julio había decidido la constitución de un fondo de un billón de francos como ayuda al Frente popular español y a la creación de un Comité de cinco miembros, sedignados para administrarlo (hacen parte de él, Maurice Thorez, Palmiro Togliatti, José Díaz, Dolores Ibarruri y Francisco Largo Caballero).

 

Las Brigadas internacionales
Probablemente, durante tal reunión viene establecido el dar vida a una brigada de 5000 hombres reclutados entre los militantes de la izquierda europea y de cada país del mundo: de Francia y de Italia inicialmente, luego de Bélgica, de Suiza, de Suecia, de Inglaterra, de las Américas, de Hungría, de los Balcanes, de Polonia y de las colonias de emigrados políticos refugiados en la Rusia soviética hasta comprender voluntarios de hasta 53 países.
Dado que el Comintern tuvo que tener en cuenta las objecciones de Largo Caballero, contrario a las brigadas internacionales, el cuál las habría preferido integradas en las milicias revolucionarias del ejército español, el acuerdo final dispuso que, aún gozando de plena autonomía y teniendo comandantes extranjeros, las brigadas estuvieran bajo el control de un órgano de conexión con el estado mayor español, situado en Albacete (donde fué organizado el adiestramiento militar de los voluntarios).
Dentro de estos términos, el primer reparto de las brigadas internacionales, compuesto por cerca de 900 hombres, atravesó ilegalmente la frontera de los Pirineos ya entre el 5 y el 6 de Octubre del 1936. Este comprendía cerca 150 italianos, otros tantos franceses, alemanes, polacos, yugoslavos, húngaros y incluso algunos “rusos blancos”. En Figueras tal contingente fué acogido por Luigi Longo, principal organizador y animador de las brigadas internacionales, y transferido en buen orden a Albacete, en la zona central donde, bajo el comando nominal de André Marty, pero gracias al constante trabajo de hombres como Luigi Longo, Kleber, Rebiére, Ludwig Renn, Hans Bleimer, Regler, Lukacs, Hans Kahale, los voluntarios venían reagrupados por idiomas y destinados a batallones donde sus jefes habían sido nominados por el Comitè militar central y apoyados por un comisario político.
Según las directivas, cada brigada tenía que estar compuesta por 6 batallones de 750 hombres ( 3 españoles y 3 internacionales ) y 5 compañías, equipadas con una batería y un cañón anticarro, una compañía de ingenieros, una para las transmisiones y otra para la asistencia sanitaria. Objetivos que no se consiguieron respetar: bajo la presión de la batalla de Madrid dos brigadas internacionales, la XI y la XII, fueron declaradas preparadas para combatir ya a principios de Noviembre, a pesar de que cada una estaba compuesta por tres batallones de cerca 500 hombres cada uno. De la primera hacían parte un batallón balcánico, uno alemán ( denominado Edgar André) y uno polaco ( denominado André Marty ) bajo el comando del general Kleber y con Giuseppe Di Vittorio como comisario político; la segunda estaba compuesta por un batallón italiano (denominado Garibaldi ), un batallón alemán ( denominado Thaelmann ) y un batallón franco-belga ( denominado Comune de París ) bajo el comando del general Lukacs (Mate Zalka) y con Luigi Longo como comisario político.
Durante los cinco meses de incesantes y masacrantes acciones en el frente de Madrid, amplios vacíos se abrieron enre las filas de combatientes internacionales, pero la llegada siempre de nuevos voluntarios les permitió multiplicar el número de las brigadas: se contituyeron la XIII brigada bajo el comando del alemán Gómez, la XIV bajo el comando del polaco Walter y la XV bajo el comando del húngaro Gal. Mientras tanto, la XI brigada fué transformada en una brigada puramente alemana ( y Hans Kahale sustituyó a Kleber al comando ), mientras la XII brigada se volvió mitad italiana y mitad polaca y en la XV brigada se formó una consistente compañía italiana ( que hacía parte del batallón Dimitrov ) que combatió junto al batallón americano Lincoln en los frentes de Levante y de Extremadura. En conclusión, a pesar de que las estimas de los distintos autores divergen, se puede hipotizar para las brigadas un total de efectivos entre los 40.000 y los 60.000 voluntarios internacionales (Ranzato,2008), de los cuáles cerca el 57 por ciento habría estado constituído por miembros del Partido comunista o simpatizantes (Benassar, 2006). Todos estos hombres dieron a la guerra un contributo decisivo hasta el Septiembre del 1938, cuando el gobierno republicano español junto con el gobierno ruso, decidió retirar de los frentes a todos los voluntarios internacionales, con la ilusión de que el Comité de no intervención habría impuesto como contrapartida el retiro de las divisiones fascistas italianas y alemanas. Los 12.000 internacionales que se quedaron en el país hasta esa fecha fueron reunidos en campos provisionales de recogida, pero no pudieron dejar España porque ningún país aceptó acogerlos. La definitiva derrota republicana, en Enero del 1939, los sorprendió por tanto en los campos de desmibilización: desde aquí los voluntarios, recuperando las armas, cubrieron la retirada de los catalanes hacia la frontera francesa. Era el momento de la Retirada y el inicio del trágico evento de los campos franceses.

 

 

Los voluntarios italianos en la guerra de España

El problema de las cifras.
Analizando en lo específico la componente italiana de las Brigadas internacionales nos encontramos frente a la dificultad de confrontar datos númericos que se presentan sustancialmente como precarios, porque están basados en investigaciones estratificadas una sobre la otra, que corren el riesgo de confirmar recíprocamente errores e inexactezas. A partir de las listas compiladas por el ex responsable de la comisión extranjera del Partido comunista español, Edoardo D’ Onofrio, y de las investigaciones realizadas por Lorenzo Vanelli, secretario de la Fraternidad ex garibaldini de España, han sido de hecho elaboradas las fichas recogidas en el archivo de la Associazione italiana combattenti volontari di Spagna. Trabajo único por la cantidad de datos recogidos también dentro del contexto europeo, las fichas Aicvas tendrían que representar para Italia un instrumento afidable de cuantificación de los voluntarios. Aún, después de un atento análisis, éstas resultan a veces imprecisas y también la reelaboración y el control que han sido realizados recientemente sobre un testo del 1996 por Aicvas no esclarece todas las dudas. Escribe, de hecho, Luigi Arbizzani que «sobre la entidad y la identidad de los voluntarios antifascistas italianos que acudieron a España en defensa de la Repúlica, en el volúmen La Spagna del nostro cuore, se leen cuatro cifras resumidas: 1) en la tapa se anuncian “ cuatro mil biografías”; 2) en el “Prólogo” de Giovanni Pesce se lee de “3.500” italianos; 3) el diccionario de la A a la Z comprende 3.469 perfiles; 4) a continuación de las biografías han sido añadidos 671 “Nominativos de voluntarios de los cuáles no se han recibido anotaciones anagráficas”. Omitiendo las cifras de redondeo de los “cuatro mil” y de los “3.500”, los nominativos que aparecen en el diccionario, sumados a los carentes de “anotaciones anagráficas”, llegan en total al número de 4.140. entre las 4.431 fichas del Fondo Aicvas y las 4.140 existe una diferencia de 291 nombres. […] Las cifras que hemos expuesto meten en importancia que la investigación para una conclusiva definición del número de voluntarios y de su precisa identidad debe continuar todavía en las cartas documentales, en las fotografías coetáneas, en las memorias recogidas en los sesenta años transcurridos» (Arbizzani, 1999).
En este complejo vá y ven de cifras se escoge aquí de limitarse a contar aquellas generales para permitir una correcta evaluación de la contribución italiana. Los cerca de 4.000 voluntarios italianos, de hecho, resaltan sobre el totel de 40.000 – 60.000 voluntarios internacionales gracias a la comparación con la participación internacional subdivisa por nacionalidad: 10.000 franceses, 5.000 polacos, 5.000 alemanes, 2.800 americanos, 1.500 yugoslavos, 2.000 ingleses, 1.000 escandinavos, 1.000 húngaros, 2.500 soviéticos... (Sprega, Tagliaferra, 2007).

 

Las principales formaciones italianas
A los pocos italianos presentes en España ya en vísperas de la sublevación franquista, que se insirieron en la lucha armada desde el primer día, le siguió inmediatamente la llegada ( en pequeños grupos o en grupos organizados ) de muchos anarquistas, giellisti, comunistas, socialistas, republicanos y antifascistas italianos. El 29 de Julio se encontraba en Barcelona Nino Nannetti; Carlo Rosselli llega el 28 de Julio, Camillo Berneri el 29...
El 31 de aquel més acuden a España Mario Angeloni con algunos componentes de Giustizia e Libertà y comienza el tentativo de dar vida a un movimiento de solidariedad organizado también en el plano militar con la creación de la sección italiana de la Columna Ascaso, la denominada COLONNA ITALIANA “ROSSELLI” que tuvo como primeros comandantes a Mario Angeloni, Carlo Rosselli y Antonio Cieri; a esta primera formación le sigue, pocos días después, otra menos numerosa, a la cuál se ha hecho ya referencia, la Centuria Gastone Sozzi. La Columna italiana y la CENTURIA GASTONE SOZZI, que precedieron la constitución de las Brigadas internacionales, son las primeras formaciones prevalentemente compuestas por combatientes italianos, pero tienen una inspiración distinta: la primera pertenecía al área laica de izquierdas y tenía como referencia el movimiento anarco-sindicalista (CNT-FAI), mientras la segunda, menos numerosa, era de orientación en gran parte comunista.
Entre las formaciones internacionales de los antifascistas italianos deven ser citadas: la Batería A. Gramsci y la Batería Rosselli (constituídas al interno del Grupo de Artillería Internacional en Almansa en Septiembre del 1936), que comprendían 181 italianos; la compañía italiana del Batallón Dimitrov (que hacía parte de la XV Brigada Internacional, entró en combate el 27-28 de Febrero del 1937 en el frente del Jarama y fué diezmada); sucesivamente incorporada en la Brigada Garibaldi; el Batallón Garibaldi, nacido como Legión italiana el 27 de Octubre del 1936 a través del acuerdo sellado en París entre los partidos republicano, socialista y comunista y que hacía parte de la XII Brigada internacional junto con el batallón André Marty y con el Dombrowsky. Ligeramente distino, al final, el caso de la BRIGATA GARIBALDI, que no tenía una composición exclusivamente italiana, contando con por lo menos el treinta por ciento de combatientes españoles ( tanto que el 4º Batallón de la brigada tenía como comandante y como comisario político respectivamente a los españoles Ignacio Muñiz y Enrique Flores ).
Los italianos, en cualquier caso, militaron por doquier, en las formaciones internacionales como en las españolas. En lo que ataña las unidades internacionales, voluntarios italianos combatieron en la XII, en la XIV y en la XV Brigada internacional; los encontramos en la 129ª Brigada, en la 35ª y en la 45ª División, en la caballería, en los carristas,en el servicio sanitario, en el servicio postal, en el Comisariado de las brigadas, en los transportes, en distintos servicios. Otros italianos, espacialmente aquellos que provenían de Venezia Giulia, estuvieron en la XI Brigada internacional, en la Artillería internacional (en las Batería Anna Pauker, Skoda y Baller) y en el batallón Djakovich. Finalmente, encontramos italianos ocupados en el sector de las transmisiones radiofónicas, de la imprenta, de la industria de guerra.
En lo que ataña a las unidades españolas, los italianos operaron en la 77ª, 86ª, 109ª, 120ª, 133ª, 135ª Brigada, en la 27ª División ( comisario político Francesco Scotti ), en la Guardia de asalto, en la Marina de guerra y empleados como interpretes. Un número imprecisado de voluntarios italianos ( entre los trescientos y los cuatrocientos, sobretodo anarquistas y poumistas ) se reencontraron en la columna del Barrio, en el Batallón Matteotti ( que se contituyó en Enero del 1937 al interno de la Columna Durruti ), en la División Ortiz, en la Columna Lenin y en el Batallón de la Muerte (comandado por Francesco Fausto Nitti ).


Los voluntarios toscanos en España

Estimas cuantitativas
Los voluntarios toscanos de los cuáles la investigación ha recostruído las biografías son 395. De 86 no podemos indicar la formación de afiliación, pero para los restantes 309 podemos indicar algunas consideraciones generales sobre su colocación al interno del ejército republicano en España y una ejemplificación a través de algunas biografías específicas. Se debe, sin embargo, tener en cuenta en esto tipo de análisis, de la extrema mobilidad que se verifica al interno de las formaciones, debida no solamente al movimiento continuo de los heridos y de los enfermos desde y hacia los hospitales, sino también a la llegada de los nuevos voluntarios de la base de Albacete.
Entre los voluntarios toscanos solo 6 resultan no combatientes: Antonio Cabrelli de la provincia de Lucca en 1937-1938 desarrola misiones en España a cargo del PCI para el alistamiento de voluntarios en el ejército republicano pero no vá nunca al frente; el comunista Giulio Cerretti de la provincia de Florencia durante la guerra de España dirige el Comité francés para el reclutamiento de los voluntarios y el Comité internacional de ayuda al pueblo español en Madrid pero no resulta combatiente. No resultan combatientes tambien el comunista de la provincia de Florencia Melchiorre Bruno Vanni y Gino Bartoletti de la provincia de Pistoia (pero Vanelli declara de ver Vanni en 1937 en el frente de Madrid). Además, se ha decidido no considerar como combatientes tres mujeres que se encuentran en España empleadas en los trabajos de asistencia y en el Socorro rojo pero no en el ejército republicano y en el frente como, sin embargo, por ejemplo, la anarquista Marietta Bibbi, enfermera en la Columna Benedicto ( 81ª Brigada mixta, 4º Batallón ) en el frente de Teruel.
Relativamente a los voluntarios efectivamente enrolados en las “milicias rojas”, las fechas de llegada no son siempre definibles, pero entre ellos, 24 están ya presentes en España antes del inicio de la lucha. Sólo por citar algún ejemplo, el anarquista de Volterra Chierici Dino es residente en San Sebastián desde el 1935 y al estallido de la guerra forma parte de los primeros motines en Irún. El anarquista florentino Artorige Nozzoli, sin embargo, se transfiere a Barcelona ya en el 1928 pero expulsado, se alista durante tre años en la Legión extranjera española y, licenciado con la llegada del gobierno republicano, es establece, en el 1932, en Barcelona donde monta una pequeña fábrica para la confección y venta de sombreros para señora, que conduce con frecuentes viajes de negocios entre París y España; al estallido de la insurreción franquista aparece en cargos importantes en cualquier manifestación contra los falagistas y toma parte en todos los movimientos libertarios de Barcelona, tanto que un informador fascista comunica a la División de Policía Política italiana sobre Nozzoli que «se le vé dar vueltas por las calles de Barcelona armado con pistola y con un antiguo gran sable de caballería. Anima, da coraje, hace planes y proyectos de ataques e incursiones contra los falangistas, fascistas, ecc...» y viste el uniforme de la FAI. Particular también el caso de los dos pistoiesi Francesco Bartolini y Loris Ariani que se expatrian clandestinamente de Italia en Agosto del 1935, embarcándose juntos en Livorno a bordo de un barco español que hace escala en Bilbao y luego llegan a Barcelona en Julio del 1936; aquí los dos toscanos venden dulces y administran un puesto itinerante de tiro al blanco hasta el estallido de la guerra cuando los dos, abandonada inmediatamente la actividad, se alistan entre los primerísimos voluntarios del ejército republicano. Menos claro es el caso del florentino Ugo Bitossi que, para la Prefectura de Florencia, en Diciembre del 1935 ( pero la fecha es incierta, quizás ya en el 1933 ) se habría transferido para estudiar canto en el conservatorio de Madrid, viviendo en casa de su tía que había contraído matrimonio con un subdito español; de una carta de la madre conservada en el CPC, se deduce que está enrolado en el ejército republicano ya en Noviembre del 1936, mientras, según un interrogatorio, el padre Aldo habría sido capaz en Marzo del 1937 de inserirlo en un grupo que debía ser evacuado en Francia y simplemente porque, llegado a Barcelona, las autoridades rusas le habrían impedido el paso de la frontera, Bitossi, sin medios para su subsistencia, se habría visto obligado en el 1937 a enrolarse. Casos como este ejemplifican la complejidad de un análisis cuantitativo sobre tales hombres, cuyas biografías presentan a veces un alto grado de incerteza, de la cuál la investigación ha querido siempre dar cuenta. 171 voluntarios toscanos, de todos modos, llegan seguramente a España en el 1936. En lo que atañe el 1937, hemos establecido con certeza que 98 toscanos llegaron a España en este año crucial para la suerte de la guerra. En el 1938, sin embargo, el número de afluencia se reduce considerable y progresivamente con el pasar de los meses hasta un total anual de sólo 25 voluntarios.
Obviamente, en relación al momento de la llegada cambian también las formaciones a las que pertenecen. He aquí, entonces, que en las primeras formaciones italianas encontramos 81 combatientes toscanos; en lo específico, 10 de ellos resultan enrolados ya en Agosto del 1936 en la Centuria G. Sozzi y 61 militan en la Columna italiana Rosselli. Otros combaten desde el inicio de la guerra con las columnas de voluntarios en el frente de Aragón ( tres anarquistas en la Columna Durruti, un anarquista y un republicano en la Columna Lenin del POUM, un anarquista en la Columna Carl Marx y dos anarquistas en la Columna Ortiz ).
En lo que atañe las informaciones sucesivas, encontramos 91 toscanos enrolados en el Batallón Garibaldi ( que se constituyó en Octubre del 1936 ) y 132 en la Brigada homónimas ( que se constituyó en Mayo del 1937 ). Existen más voluntarios en las Brigadas internacionales: por ejemplo, los paisanos Giuseppe Franci y Vittorio Maffei ( los dos originales de Bucine en la provincia de Arezzo ) combaten en la XI Brigada internacional Thaelman de composición prevalentemente alemana y seis toscanos se reencuentran en la XIV Brigada internacional; particular es el caso de la XV Brigada internacional en la cuál se alista 15 toscanos, subdivididos entre el Batallón Lincoln y la compañía italiana que se constituyó al interno del internacionalísimo Batallón Dimitrov.
Difícil, sin ambargo, establecer un vínculo entre las formaciones de afiliación y la fé política, salvo en algunos casos muy evidentes, como el de la Centuria G. Sozzi, prevalentemente comunista: en relación con los 10 toscanos enrolados en esta formación, sólo el carrarese Ciro Andrea Sparano no es comunista sino republicano.... En el caso, sin embargo, de la Columna italiana existe una preponderancia numérica anarquista entre los voluntarios (se cuentan 36 anarquistas), pero hacen parte de ella también 8 comunistas, 2 socialistas, 3 republicanos y 3 antifascistas genéricos; además en almenos 9 casos la fé anarquista no es segura (sospechosa, sin embargo, la comunista) para llegar a un total de almenos 25 no anarquistas, lo que confirma también a nivel toscano el carácter mixto de la Columna, nacida bajo el estímulo de los ambientes de Giustizia e Libertà. Imposible hacer un razonamiento de este tipo, finalmente, para el Batallón y al Brigada Garibaldi para comprender su composición, sin embargo, es necesario hacer referencia al criterio nacional impuesto durante la reorganización del ejército republicano: según Longo, de hecho «el criterio de reagrupar los voluntarios por afinidad nacional y lingüística no puede no prevaler sobre cualquier otra consideración, pena realmente la confusión de los idiomas» (Longo, 1956).

 

Los hombres
Más allá de las cifras, los combatientes emergen con su humanidad en muchas narraciones autobiográficas escritas sobre la guerra civil española: por ejemplo, Randolfo Pacciardi en su Il Battaglione Garibaldi narra con emoción la herida del portavoz de las órdenes del comando, el «grosso Maffi», que identifica como «el único toscano que no blasfema», mientra define irónicamente a Angiolo Adolfo Scarselli « ex oficial, ex garibaldino, ex florentino» y recuerda con afecto «la voce da pentola fessa» con la cuál el republicano de Florencia, encargado de la intendencia del Batallón, corría, blasfemando, por el campo para encontrar una corveé o hacer descargar el material de cocina, liberando al comandante de cualquier preocupación con su «me ocupo yo, comandante» (Pacciardi, 1945).
Ni siquiera Giacomo Calandrone se permite no citar a algunos toscanos por su coraje: emergen de sus memorias Alighiero Bonciani «el valiente y siempre alegre florentino que queda herido gravemente en Pélahustan, mientras combatía con la Centuria G. Sozzi» y que «a pesar de sus mutilaciones, se encuentra entre los primeros partisanos en Francia» o el toscano Ugo Natali, herido en Brunete en el 1937, que después de la guerra regresa a Francia y «no vacila, a pesar de sus mutilaciones, a tomar parte en la lucha», muriendo en combate en la liberación de Brives (Calandrone, 1974). También Willy (Stefano Schiapparelli) quiere recordar las figuras del sienés Nello Boscagli y del florentino Melchiorre Brunno Vanni, «figura de militante de primer plano que honoró el Partido comunista italiano y la emigración y acerca del cuál hasta ahora […] se ha dicho muy poco» (Schapparelli, 1971).
Al mismo modo, no se puede olvidar al comunista Ettore Quaglierini, ex jefe de los Arditi del popolo livornesi, citado todavía por Calandrone: el 18 de Julio del 1936, por iniziativa individual, se encuentra en España en Madrid donde, ya al inicio de la revuelta, forma parte de los instructores militares del 5º Regimiento con el grado de teniente coronel; en Enero del 1937 es Comisario inspector del III cuerpo del ejército español en el frente de Jarama, luego comisario de las fortificaciones de Madrid, combatiente del sector de Buitrago en el frente de Samosierra con unidad del 5º Regimiento y miembro del estado mayor de la Junta de Defensa de Valencia. Con èl es oportuno recordar también los menos conocidos voluntarios toscanos enrolados en las formaciones españolas del ejército republicano: entre los comunistas, el florentino Umberto Papucci, los hermanos Chiesa de Livorno y el fiesolano Alessandro Sinigaglia; entre los anarquistas, el pisano Vittorio Elogi y el luqués Bruno Bonturi; finalmente, de Carrara Oreste Franzoni, antifascista genérico.
Más fácil es encontrar información sobre los grandes nombres. Dejando por un momento al grossetano Randolfo Pacciardi, acerca del cuál se escribirá a continuación, y Carlo Rosselli, del cuál no se puede pensar de recorrer aquí todas sus bien conocidas vicisitudes biográficas, es necesario evidenciar el importante papel representado por tres toscanos en los acontecimientos españoles: Ilio Barontini, Francesco Fausto Nitti y Ottorino Orlandini, también ellos como Rosselli, personalidades cruciales en la historia de los voluntarios italianos en España.
Llegado a España en el 1936, Barontini es comisario político del Batallón Garibaldi y lo guía hacia el ataque como comandante ( encontrándose Pacciardi en permiso en París ) durante la crucial batalla de Guadalajara, primer combate directo entre antifascistas y fascistas italianos en España ( seguidamente será comisario político también de la Brigada Garibaldi ).
El socialista Nitti se encuentra en España desde el 1936 como instructor en la organización y comandante de una formación legendaria, el Batallón de la Muerte; sus voluntarios (cerca de 600 hombres, prevalentemente anarquistas d ela FAI y de la CNT) llevan en el brazo el símbolo de la calabera y de dos huesos cruzados y el lema de Blanqui “sin dios ni amo”, y combaten con el puñal a un lado y las bombas de mano en la gran tasca del mono, infundiendo terror en el enemigo en el frente de Aragón ( sólo dos toscanos presentes en el Batallón: el comandante Nitti y el socialista de origen florentino Renato Ugolini ).
Interesante, finalmente, el evento del cuál es protegonista Ottorino Orlandini, ejemplificativa de un clima de sospecha que ya a finales del 1936 inicia a corromper la unidad antifascista del voluntariado italiano: Orlandini, militante del Partido popular italiano, llega a Barcelona en Septiembre del 1936 y se alista en la Columna italiana hasta cuando, en Diciembre, su nominación de oficial opone a Carlo Rosselli contra la mayoría de los anarquistas de la Columna (por las acusas que lo meten en una situación comprometida con el fascismo de las cuáles muchas relacionadas con Orlandini, el cuál seguidamente será incluso señalado a la FGS como “pseudo-católico”) y conlleva a la dimisión de Rosselli del comando, a la salida de los giellisti, de los republicanos y de los comunistas de la formación y al nacimiento del Batallón Matteotti.

 


Los voluntarios grossetani en las milicias republicanas

Los milicianos grossetani
De los 24 combatientes grossetani identificados en la investigación ( no incluyendo en el número de los combatientes a Luigia Civinini de Pacciardi ), en 7 casos ha sido posible la identificación de la formación de pertenencia. Raffaello Bellucci denominado Franco Nello, de hecho, es señalado simplemente como “enrolado en las milicias rojas” y de la misma manera son señalados Alfredo Boschi ( del cuál sabemos también, sin embargo, que se ocupaba del reclutamiento y del embarco de los voluntarios en Marsella ), Giovanni Fanciulli, Lelio Iacomelli ( se enrolaron como operarios excavadores en el 3º Batallón de una imprecisada fromación republicana ), Nello Manni, Ermanno Neri y Muzio Tosi ( a cargo de la sección italiana de la CNT ).
Entre los grossetani sabemos que se encuentran en España antes del inicio de la guerra Lelio Iacomelli y Quisnello Nozzoli denominado Occe. Iacomelli se encontraba en Barcelona ya en el 1932 pero, por la actividad comunista que desempeñaba “manifestando públicamente sentimientos subversivos y antonacionalistas”, es expulsado en Julio del 1933; regresando ilegalmente a España , encontró refugio en Bilbao donde se unió a una muchacha del lugar y fué sosprendido por el inicio de la guerra civil. Se enroló el 19 de Julio del 1936 y participó a la defensa de Bilbao, luego tomó parte en los combates alrededor de Santander y de Gijón, donde, a la caída de la ciudad, fué arrestado e internado en los campos franquistas de Santoma, Bilbao, Santander, San Pedro de Cardeña hasta el 1938. Nozzoli, sin embargo, alcanza a su hermano Artorige en Barcelona en Julio de 1936 y se adhiere inmediatamente al Comité anarquista italiano; al estallido de la guerra se enroló en la Columna Ortiz y a continuación combatió en las filas de la FAI, participando en la conquista de la ciudad de Caspe y a la creación del Consejo de defensa de Aragón.
En agosto del 1936 llegaron a España los primeros cuatro voluntarios grossetani provenientes del extranjero: el republicano Etrusco Benci dejó Francia dirigiéndose hacia España con uno de los primeros grupos de voluntarios internacionales y fué enrolado en la Columna Lenin organizada por el POUM ( herido en una pierna en Monte Aragón en Septiembre del 1936, será después el speaker del POUM en Radio Barcelona ); Giovan Battista Frati de Montieri ( denominado Giovannino ) entró a formar parte de la compañía italiana del Batallón Dimitrov y estuvo entre los milicianos que combatieron en el frente de Irún y defendieron palmo a palmo el puente internacional de Hendaye para permitir a los civiles en fuga el paso hacia Francia ( herido, será ingresado en un hospital de la Legión extranjera más allá de la frontera ); Socrate Franchi de Prata e Italo Ragni de Campagnatico se alistan en Agosto, en la Columna Ascaso, pero Franchi pasó a la sección italiana, la Columna italiana Rosselli, desde su constitución, en Septiembre del 1936.
En 1937 llegaron a España otros 10 grossetani. En fecha imprecisada el comunista Giovanni Fanciulli de Porto S. Stefano y Muzio Tosi de Massa Marittima partieron respectivamente de Bélgica y de Francia para alistarse, mientras en la Primavera Egisto Serno dejó Francia para irse a Barcelona y se enroló en la Columna italiana Rosselli. En Agosto del 1937 partieron a bordo de una pequeña embarcación de Castiglione della Pescaia los comunistas Vittorio Alunno, Luigio Angelo Amadei, Pietro Aureli y Angiolo Rossi denominado Trueba que, después de varias peripecias, en Septiembre arribaron en Albacete y, depués de un breve adiestramiento militar, fueron encuadrados en la Brigada Garibaldi.
En Septiembre se encontraba también en España Secondo Moscatelli, grossetano adoptivo que se había transferido a Montieri con la familia en edad joven; militó inmediatamente en el Batallón Garibaldi, luego pasó en Mayo del 1937 a la Brigada Garibaldi y fué herido combatiendo en el frente de Huesca. Siempre en Otoño del 1937 también el socialista Nello Manni de Montieri fuè señalado al Ministerio del Interior como combatiente de las “milicias rojas” en España. Sólo en el 1938, sin embargo, resulta enrolado en España el anarquista Ermanno Neri de Sassofortino.
Particular, finalmente, es el caso de Siro Rosi de Roccastrada que en el 1937 era militar en Cagliari cuando las autoridades buscaban voluntarios para España: el joven comunista, después de haber tenido contacto con sus compañeros de Grosseto y haberlos informado sobre su plan, se enroló en el CTV con la idea de pasar a los republicanos. En 1937 se embarcó entonces desde Napolés hacia España, destino Cádiz, donde arribó junto al contingente fascista, pero la tarde del 18 de Abril del 1937, hacia las 20, después de abastecerse de municiones y armas, atravesó las líneas directo a Campillo. Después que su primo Barontini hubo garantizado su fé antifascista, fué admitido en la Escuela de Oficiales de Pozo Rubio, cerca de Albacete; se enrolará a continuación en la Brigada Garibaldi ( 3º Batallón, 2ª Compañía ).

 

El comandante Pacciardi
Imposible hablando de los voluntarios grossetani en la guerra civil de España dejar de profundizar en la figura del comandante del Batallón Garibaldi, el grossetano Randolfo Pacciardi. Se establece en París junto a su mujer Luigia Civinini, Pacciardi en el verano del 1936 recibió una carta de Rosselli sobre un posible concurso para la formación de una legión italiana de las brigadas españolas, pero no se adherió a la propuesta porque era contrario a una formación dependiente del ejército republicano. Sólo el 26 de Octubre del 1936 firmó en París el acuerdo constitutivo de la Legión antifascista italiana, nacida bajo el patrocinio político de los partidos socialista, comunista y republicano y con el concurso de las organizaciones adherentes al Comité italiano pro España, y dotada en los pactos iniciales de una cierta autonomía.
Designado por los tres partidos que constituiban el Comité político como comandante de la Legión dedicada a Garibaldi ( se trata del núcleo incial del Batallón Garibaldi que cogerá este nombre desde el 3 de Noviembre ), Pacciardi toma parte en todos los combates del Batallón, quedando herido en una mejilla y una oreja en la batalla en el río Jarama; estuvo presente, sin embargo, sólo en las últimas fases de la batalla de Guadalajara ( en la cuál el Batallón era guiado por Barontini ) porque se encontraba en aquel momento en permiso en París. Permaneció a la guía de los voluntarios hasta Junio del 1937, cuando el Batallón Garibaldi se tranformó en la Brigada homónima, y dirigió los combates de la nueva formación todavía en Huesca y en Villanueva del Pardillo.
En el verno del 1937, sin embargo, en desacuerdo con los comunistas por la fallida realización de una brigada completamente italiana y contrario al uso de la Brigada Garibaldi contra los anarquistas barceloneses, dejó España, después de haber asistido a la conmemoración de Carlo Rosselli en Barcelona, y se reparó en los Estados Unidos junto con su mujer, que lo había seguido hasta España.
Para conocer la biografía completa de Pacciardi os remitimos a la sección Biografías de los grossetani, mientras para lo que concierne las cuestiones que opusieron al republicano grossetano contra el estado mayor de Albacete y contra el Comisariado de las Brigadas internacionales (prevalentemente comunista y bajo el control del Comintern, control cada vez más cerrado a partir de la segunda mitad del 1937) os remitimos por un lado a la crónica de las vicisitudes españolas hecha por el mismo Pacciardi y por el otro lado al durísimo juicio sobre el comandante del Garibaldi, expresado por Giacomo Calandrone en sus memorias (Pacciardi, 1945).

 

(Ilaria Cansella)