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Saint Cyprien
Pocos días después de la apertura del
campamento de Argelès, la superpoblación puso a las autoridades
francesas, el problema de predisponer un segundo campo de acogida, para
aligerar, dividiéndola, la presión generada por el excesivo
número de personas en cada uno de los sitios. La delimitación
del campo de Saint Cyprien con alambre de púas, inició
el 4 de febrero de 1939, mientras las primeras llegadas se verificaron
cuatro días después, cuando «las autoridades militares
se dieron cuenta que el campamento de Argelès no puede acoger
a toda “la armada republicana” y desvía la columna
hacia el norte, en dirección de Elne y Saint Cyprien. Los primeros
hombres atraviesan Latour-Bas-Elne el miércoles 8 de febrero
de 1939 a las 12 y 45 minutos; sin duda llegaron a Saint Cyprien hacia
las 14»:1 También aquí «ellos
se instalan en la precariedad de una ciudad construída en la
arena, donde las condiciones de higiene son pésimas, durante
el rígido invierno»;2 en la misma costa
de Argelès, algunos kilómetros más al norte, también
Saint Cyprien, de hecho, no es otra cosa que una playa arenosa, donde
no se puede encontrar ningún abrigo, ninguna estructura, solamente
un monumental arco del triunfo que sirve de entrada al campamento.3
Este campamento, situado cerca del mar, «está delimitato
al sur por un pantano formado por el encuentro entre el canal de Saint
Cyprien y el Mediterráneo, al oeste por el alambre de púas
y al norte por el Aygual hasta el borde del estanque. No ocupa sólo
la playa, sino también la tierra situada detrás de algunas
pequeñas dunas. Según los internos, justamente esto hace
el campamento “más triste, más inhóspito,
más lúgubre y más odioso que el de Argelès”».4
En el informe preparado en mayo de 1938 por el Comandante departamental
de la Gendarmerie Nationale, se especificaba que en el sitio se había
individuado un rectángulo de terreno de 300 metros de largo por
1.500 de ancho, protegido de las inundaciones, y que existía
la posibilidad de extender la proporción de espacio hacia la
playa de Canet, aumentando la capacidad del campamento de manera ilimitada;5
también aquí se habían encontrado faldas de agua
potable a aproximadamente 3.5 metros de profundidad, pero en este caso,
a determinar la elección de las autoridades fue sobre todo la
cercanía estratégica a la red ferroviaria: la estación
de Elne, situada a 8 kilómetros de Saint Cyprien es, de hecho,
«el punto de encuentro de la línea Cerbère-Perpignan
con aquella que sirve Arles-sur-Tech y Le Boulou. Elne es también
el cruce entre las carreteras de Argelès y de Boulou a través
de Palau del Vidre, Brouilla o Bages».6
A partir de la apertura del campamento, un enorme e ininterrumpido flujo
de hombres, según los testimonios, se volcaron al sitio por cerca
cuatro días, reduciéndose sólo a partir del 11
de febrero; en particular, según el informe del 6 de marzo del
Prefecto al Ministro del Interior, fueron conducidos a Saint Cyprien
los combatientes que habían entrado por la frontera de Perthus.
Según tal fuente, los efectivos del campamento, el 9 de febrero,
habrían casi llegado a la cifra de 80.000 (precisamente 78.961
internos, entre los cuales 3.130 ex miembros de las Brigadas internacionales),7
pero las estimas sucesivas no pueden confirmar con certeza este dato,
siendo extremamente aproximativas; como indica Pierre Cros, autor de
uno de los trabajos más completos sobre el campamento, «es
difícil reconstruir un cuadro estadístico correcto de
los efectivos del campo de concentración de Saint Cyprien. […]
Los efectivos fluctuaban cotidianamente porque los internos eran transferidos
a otros campamentos, regresaban a Saint Cyprien, eran inseridos en la
Legión extrajera o, a menudo, en las compañías
de trabajadores extranjeros, también emigran hacia América
o eligen el repatrio a España».8 La
cuantificación del autor, de hecho, parte de un documento de
1941, conservado en los archivos del campo (entre los materiales recogidos
en el Fondo Camille Fourquet – presidente del Comité Departamental
de Liberación de los Pirineos Orientales –), en base al
cual, al 1° de marzo de 1939, Saint Cyprien habría alcanzado
el máximo de población, con la cifra impresionante de
80.400 internos, entre los cuales 3.400 “internacionales”.9
En cuanto a éstos últimos, la cuantificación del
documento coincide con las estimaciones del inicio de febrero del responsable
del campo n. 7, destinado a los “no españoles”:10
según el teniente coronel Aldo Morandi, los ex voluntarios de
las Brigadas internacionales eran 3.345, de cincuenta nacionalidades
diferentes, entre las cuales sobre todo polacos (523), italianos (492)
y alemanes (428).11
En el ya citado informe del Prefecto Didowski se refería que,
con base en las previsiones del general Ménard, los efectivos
del campo habrían debido reducirse, ya en el mes sucesivo, a
60.000,12 en base al plan de transferencia al campo
de Bram (departamento de Adge) de los «civiles que estan todavía
en el campo de Saint Cyprien y, en particular, las personalidades pertenecientes
al mundo literario y artístico de la España republicana»,13
y el envío de los ex combatientes de las Brigadas internacionales
a Gurs a inicios de mayo.14 En efecto, según
las estimas del Comisario especial del campo, ya en la fecha del 25
de marzo de 1939, en el campo quedaban al rededor de 50.000 hombres,15
ulteriormente reducidos a mediados de abril a 30.000,
16 mientras, de hecho, en junio en Saint Cyprien «no quedaban
más que 500 hombres ».17 Durante el
mes de julio, de todos modos, el campo se llenó de nuevo, llegando
a 5.112 efectivos en fecha 1° agosto 1939, 18
a 6.700 aproximadamente a mediados de septiembre 19
y a 26.574 el 1° de noviembre del mismo año, después
de pocos meses;20 pero se trataba de una población
completamente diferente, respecto a aquella de los primeros tiempos,
porque si inicialmente el campo pareció “hospedar”
exclusivamente militares, en septiembre de 1939 un tercio de sus efectivos
era compuesto de civiles, entre los cuales mujeres y niños, y
se señalaban los primeros nacimientos detrás del alambre
de púas.21
El complejo de edificios creado ad hoc de marzo a octubre de 1939 (fecha
en la cual terminaron los pedidos de materiales de construcción
para el campo), gracias a la mano de obra ofrecida por los mismos internos,
era imponente.22 Como señala Cros, con la
prolungación de la carretera departamental (la n. 106, proveniente
de Elne) hasta el acceso del campo, una pequeña ciudad había
ido creciendo de la nada:23 en total 592 barracas
de tablas y hojalata, de entre 80 y 120 metros cuadrados, a menudo sin
pavimentación y sin puertas (catorce tipos diferentes, que aseguraban
condiciones de vida más o menos precarias según la función
y el uso),24 divididas en 17 îlot y repartidas
entre 4 campos (el de los combatientes, más austero, comprendía
390 barracas, pero había un campo para las mujeres, uno para
las familias y uno para los artistas); la instalación, además,
comprendía edificios destinados al alojamiento de los guardias
y a la administración, a las cocinas, letrinas, 14 barracas para
la enfermería general, espacios de almacenamiento y hasta establos
para los animales y, en particular, para los caballos de las tropas
coloniales.25
La vigilancia de estos grandes espacios era asegurada por tres categorías
de tropas, bajo la guía de un oficial superior de la Garde mobile:
se trataba, como a Argelès, de soldados de la Gendarmerie para
el mantenimento del orden al interior del campo y en el territorio comunal,
militares del ejército de tierra, mayoritariamente tropas coloniales,
para el control efectivo de los internados y hombres a caballo para
la vigilancia en los alrededores, en lo específico los escuadrones
del 7º y del 9º regimiento de spanish marroquinos, cuerpo
de la Caballería colonial.26 Gracias a este
despliegue de tropas, como narra el testimonio de Manuel Andújar,
a Saint Cyprien «la disciplina es más que militar (listas,
llamados, transferencias de individuos sospechosos – “políticamente
incorrectos” – censura de la correspondencia y de las lecturas,
prohibición de las manifestaciones)»;27
en este campo, además, existía un verdadero îlot
disciplinar, empleado, según las declaraciones del Prefecto,
«para internar a todos los refugiados españoles que […]
han sido señalados, sea en el campo, sea en el departamento,
como simpatizantes o sospechosos de simpatizar con los comunistas y
hacer propaganda sobre el comunismo».28 Las
“ideas sediciosas” se habían difundido en el campo,
hasta el punto de alarmar a los responsables de la seguridad interna
que, en julio de 1939, temieron una inminente revuelta general.29
Las comunicaciones se hacían a través de miles de pequeños
trucos, nacidos de la fantasía y del ingenio de los prisioneros:
según la denuncia del Comisario de policía del campamento,
por ejemplo, «la parte de atrás de la tela de las etiquetas
cosidas sobre los paquetes destinados a los internos, era utilizado
para la correspondencia clandestina […] por ciertos elementos
sospechosos, generalmente comunistas, para comunicar de este modo con
los combatientes, sin peligro de ser controlados».30
Una fuerte politización entonces que, como a Argelès,
se desarrollaba en forma colectiva, ligada al sustrato cultural y político
común de los refugiados; recuerda Andújar, por ejemplo,
que la lectura de los diarios era consentida exclusivamente en lengua
francesa y no podían ser diarios con carácter sindical,
que la misma se hacía en grupo y que «antes de iniciar,
invariablemente, no importando cuál fuese el público o
el lugar, resonaba un deseo fortísimo alimentado durante la noche:
“primero las noticias de España”. No importa nada,
en ese estado de ánimo, el gusto salobre y la innoble amargura
de la crónica, las noticias parciales y mecánicas de las
Agencias. La nostalgia, el odio, la pasión reflorecen».31
Momentos importantes de participación, como la manifestación
silenciosa realizada a Saint Cyprien para el primero de mayo de 1939,
compuesta por «grupos de hombres que, en parejas, manifiestan
disimuladamente a lo largo de la calle principal del campo, guiñando
o no un ojo a los guardias de turno, sin una palabra, sin un símbolo»;32
lo que basta para que el refugiado español Andújar diga
que, aquella noche «cuando nos recogimos en el abrigo militar
para dormir, la arena no dolía tanto en los costados, la yacija
era menos sucia».33
«Contra la negación de la “legitimidad española”
non hay que una solución: su reafirmación. Esta última
exige una verdadera resistencia moral que pasa, en primer lugar, a través
de la defensa de la cultura republicana»;34
lo demostraban en Saint Cyprien las innumerables actividades educativas
y, sobre todo, artisticas: con la creación de un verdadero espacio
para el efecto en el cual se reunían los intelectuales, tomó
vida, por ejemplo, la publicación del periódico semanal
«L’ îlot des Arts»;35 aparecieron
publicaciones diarias a menudo de vida efímera, como la «Voz
de los Españoles», mientras algunas revistas de Roussillon,
como la catalana «Terra Nostra», acogieron las poesías
de los internos.36 En el campo se constituyeron
orquestas, grupos de teatro, escuadras de fútbol, y se destinó
una entera barraca a las exposiciones de arte: «los quadros que
son expuestos al público son generalmente quadros al óleo,
acuarelas, diseños que hablan de la vida cotidiana en los campos:
retratos, caricaturas, ilustraciones, postales, etc. Los escultores
– con formas y técnicas expresivas que recuerdan el arte
pobre o de vanguardia– realizan sus obras con materiales rudimentarios
como jabón, madera y todo material reutilizable, no importa si
se trata de latas de conserva, cartones, conchas del mar o alambre de
púas. Crean también obras talladas, modelos de aviones
o naves de guerra. Un tesoro de arte popular naif, fantasioso y expontáneo,
concebido por artistas casuales o profesionales ».37
Todo esto entre privaciones y dificultades si se considera que, en lo
que concierne a necesidades materiales de los internos, la situación
de Saint Cyprien non era muy diferente de aquella de Argelès,
sobre todo en el plano higiénico. Era particularmente dramática,
en los primeros tiempos, la situación de los heridos que llegaban
al campo después de días de camino: según Andújar,
«no menos de diez camiones trasportaron de Boulou a Saint Cyprien
los heridos de guerra y los enfermos, aquellos que verdaderamente no
podían moverse autónomamente, porque habría sido,
– sabio razonamiento – un escándalo, que la gente
buena y honesta los viera arrastrarse de pueblo en pueblo»;38
pero, a la llegada al campo, reinaba un «desorden frenético.
No hay materiales para curar, la visita médica no existe, los
más afortunados han obtenido el ángulo de un camastro
para cerrar los ojos un momento. El armario de los medicamentos es un
sueño de la Edad de oro, una optimista alucinación de
abundancia».39 En efecto, mientras a Argelès
se organizaron cinco tiendas grandes para acoger a los heridos más
graves, de Saint Cyprien éstos eran evacuados lo más rápidamente
posible, a menudo en condiciones desesperadas hacia las estructuras
hospitalarias de Perpignan: aquí, además de las 80 camas
del hospital de Saint Jean, la Cruz Roja franco-belga había organizado
500 camas en el hospital Saint Louis, (adaptado de los edificios de
la escuela primaria Lamartine), y 800 en el ex hospital militar de la
Misericordia, puesto en función por la emergencia.40
Es casi imposible cuantificar los ingresos y la probablemente elevadísima
mortalidad: en el informe del 6 de marzo de 1939, se habla de 12.000
heridos ingresados en el departamento por los diferentes puntos de frontera,
mas se menciona también a un “assez grand nombre”
de enfermos provenientes de los campos, hospitalizados a Perpignan o
en las dos embarcaciones sanitarias que estacionaban al largo de Port-Vendres.41
En lo que respecta a la mortalidad, en cambio, el Prefecto Didowski
señalaba que «a pesar del éxodo masivo de los heridos
y los enfermos y no obstante el hecho que todos llegasen en un estado
físico a veces deplorable, el número de los decesos no
ha llegado a la cifra de 330, que representa, para los 400.000 individuos
que han pasado por mi departamento, un porcentaje casi insignificante».42
Pero para el histórico Peschanski, «los datos sobre la
mortalidad resultan prácticamente desconocidos en lo que se refiere
a las tres o cuatro semanas que siguieron a la Retirada. Ninguna cifra
es fiable para Argelès o Saint Cyprien, y tampoco lo es aquella
respecto a los primeros refugiados de los altos valles pirinaicos. Se
sabe simplemente que, en el hospital Saint Louis en Perpignan, cerca
de 200 españoles murieron sólo en el mes de febrero ».43
Una duda expresada también por Pierre Cros, para quien las cifras
oficiales parecen ser extremamente bajas , «si se considera que
durante estos dos meses ha habido entre 70.000 y 90.000 internos, que
no existen suficientes refugios, que hace mucho frío, y que entre
la malnutrición y la falta de higiene estan reunidas todas las
condiciones para que se propaguen las epidemias»:44
los 48 decesos de los españoles señalados en los registros
del Estado Civil del Municipio de Saint Cyprien, por ejemplo, para el
autor contrastan manifiestamente con las declaraciones del alcalde que,
el 18 de marzo de 1939, informó al comandante del campo de la
imposibilidad de hacer construir otros ataúdes.45
De otra parte, Peschanski también evidencia cómo «las
pocas cifras conocidas llevan a pensar que, efectivamente es seguro
que la mortalidad era mayor en los campos españoles, también
en relación a los cientos de miles de personas que pasaron la
frontera en ese período».46
En cuanto a la alimentación de los prisioneros, en el campo se
desarrolló, aunque resultando poco eficiente, un complejo sistema
de avituallamiento: un Servicio central para la provisión de
la Intendencia militar, que, disponiendo de una suma fija, habría
debido proveer desde el inicio a asegurar la subsistencia diaria de
los prisioneros, pero ya en los primeros meses el sistema se vio alterado
por la gran afluencia (en las primeras horas del 8 de febrero 1939,
por ejemplo, se había previsto una distribución de pan
para hacer frente a las primeras necesidades de los refugiados, pero
la despensa estaba vacía), de tal modo que los testimonios hablan,
inicialmente, de «un pan para venticinco personas y para todo
el día».47 Sólo entre junio
y octubre de 1939, el aprovisionamiento diario pareció funcionar
de modo eficiente, con los efectivos del campo repartidos en secciones
que disponían, cada una, de una despensa de administración,
encargada a un prisionero que cumplía funziones de intendente;48
la alimentación, de todos modos, era escasa, casi insuficiente,
si se considera que, «a partir del mes de junio, la ración
diaria se componía de cuatrocientos gramos de pan, doscientos
de carne, doscientos de granos secos o de patatas, treinta de aceite
u otras grasas, dieciséis de sal, veintiuno de azúcar
y dieciséis de café».49 A integrar
esta escasa alimentación, para quien se lo podía permitir,
«el “Barrio Chino”, instalado delante de la entrada
del campo 13, que acoge a la población civil, es una versión
reducida de su homónimo barcelonés»,50
mientras en la calle que atraviesa todo el campo, la llamada “Avenida
de la libertad”, «los puestos de venta ocupan lugares fijos,
generalmente a la entrada de cada campamento. Todos venden comida, bebidas
y cigarrillos […] El artículo más vendido es el
chocolate. Con poco dinero, asociado a una escasa ración de pan
(al que se asemeja solamente), se multiplica casi hasta el infinito.
Una pequeña tableta basta para engañar el hambre ».51
Sin embargo, en octubre de 1939, una vez que se completò la organización
del campo y se mejoraron las condiciones de asistencia de de los prisioneros,
la vida “española” de Saint Cyprien estaba casi por
concluir. Con la sistematización de la práctica de emplear
a los internados en fábricas fuera del campo, de hecho, numerosos
hombres partían y, en diciembre de 1939, el número de
refugiados descendió a 13.689. 52 «Finalmente,
al inicio de enero de 1940, debido a la transferencia de un número
indeterminato de detenidos al centro represivo de Collioure»,53
los efectivos de Saint Cyprien fueron considerablemente reducidos hasta
el punto que no era justificable el mantenimiento del campo»;
a continuación, con una nota del 9 de enero, el Prefecto Didowski
comunicó la evacuación de los prisioneros que aún
quedaban en Argelès y, el 15, la entrega de las estructuras a
las autoridades militares.54 Tal decisión,
de todos modos, no determinó el cierre definitivo del campo,
mas sólo el final de una fase, porque, a partir de mayo de 1940,
Saint Cyprien funcionó nuevamente para los refugiados judíos
extranjeros, en su mayor parte de origen alemana o austríaca,
que huían de Alemania y de los territorios ocupados porque eran
opositores del régimen nazista. «La historia de este período
del campamento de Saint Cyprien es conocida poco y mal, a menudo asimilada,
erróneamente, a la precedente»:55 las
informaciones y los testimonios, en efecto, son escasos y confusos y
las cifras dadas por Fourquet, de cerca 9.000 judíos internos
al 10 de julio de 1940 no son fiables, dado que comprenderían,
según el presidente del Comité Departamental de Liberación,
también los 3.357 italianos, cuya presencia a Saint Cyprien,
en este momento histórico, es difícil de verificar;56
es más confiable, en cambio, la noticia de la transferencia a
Gurs a finales de octubre del mismo año (y debido a los daños
causados por las inundaciones en el campo y los temporales que azotaron
los Pirineos Orientales), de los 3.643 judíos que aún
eran retenidos allí.
Parecen ciertas, por último, las informaciones sobre la fase
conclusiva del campamento. El 24 de septiembre de 1940, una nota del
Ministro del Interior al Prefecto del departamento había hipotizado
a Saint Cyprien la reanudación de un campo de “acogida”
con capacidad para 10.000 hombres, pero la respuesta del Prefecto, con
fecha 31 de octubre de 1940, desaconsejó la utilización,
estimando los costos de recuperación de las instalaciones entre
los 8 y los 10 millones di francos y haciendo notar, por la primera
vez, los inconvenientes estructurales del lugar. Como primera consideración
se admitió finalmente que «la proximidad inmediata de los
pantanos, hace que estas tierras sean insalubres. Han sido verificados
numerosos casos de malaria. La conformación del terreno, la naturaleza
del suelo, el precario sistema de avituallamiento de agua, han sido
y son causa de contaminación y una reciente epidemia de tifus
es la prueba »;57 también la nota técnica
preparada por el servicio Ponti&Strade evidenció como la
única calle de acceso fuese «frecuentemente interrumpida
por violentos temporales o por las inundaciones, aislando completamente
el campo».58 A causa de tales consideraciones
o, tal vez, simplemente por el costo economico excesivo, en noviembre
de 1940 se decide abandonar definitivamente el campo, por lo cual se
inició un proceso de desmembramiento de las estructuras y la
redistribución de los materiales, que duró hasta octubre
de 1941; en este año, se quedaron en Saint Cyprien únicamente
las CTE encargadas de los trabajos dependientes de la Ingeniería
Civil hasta enero de 1941 y, más adelante, bajo el mando de un
ingeniero del servicio Ponti&Strade.59
(Ilaria Cansella)
Note
-
Pierre Cros, Saint Cyprien de
1939 à 1945. Le village – le camp – la guerre,
Trabucaire, Canet, 2001, p. 63.
-
Idem, p. 15.
-
El italiano Aldo Morandi, a propósito
de su llegada al campo durante la noche del 8 de febrero, escribe:
«Sobre un arco hecho de palos y tablas de madera, un escrito
“Saint Cyprien”. Es la entrada del campo pero no logro
distinguir barracas o alojamientos, a lo mejor por la oscuridad
[…]. Envuelto en el impermeable, con la mochila bajo la cabeza
como almohada, he intentado dormir sobre la arena húmeda
y me siento todo entumecido. […] Ha amanecido. No veo ninguna
barraca, el campo de internamiento no existe, es un desierto de
arena cercano al mar limitado por tres lados de alambre de púas
» (Aldo Morandi, In nome della libertà. Diario della
guerra di Spagna, 1936-1939, Mursia, Milano, 2002, pp. 221-222).
-
Pierre Cros, Saint Cyprien de
1939 à 1945, cit., p. 99.
-
Cfr. ADPO 1287W1 “Renseignements
concernant l’installation d’un camp de circonstance
en vue de l’hébergement de réfugiés –
Commune de Saint Cyprien” s.d.
-
Serge Barba, De la frontière
aux barbelés. Les chemins de la Retirada 1939, Trabucaire,
Canet, 2009, p. 171.
-
Cfr. ADPO 31W274 rapporto del
6/3/1939.
-
Pierre Cros, Saint Cyprien de
1939 à 1945, cit., p. 115.
-
Cfr. ADPO 13J82 “Camp de
Saint Cyprien” s.d. Entre estos, a mediados de marzo se contaban
340 italianos (cfr. Denis Peschanski, La France des Camps. L’internement
1938-1946, Gallimard, Paris, 2002, p. 37).
-
Una referencia al “Groupe
italien” del “Camp 7” está presente también
en un documento conservado en los Archives Dipartémentales
des Pyrénées Orientales (cfr. ADPO 31W274 nota del
14/4/1939); en este sector ya en los primeros días fueron
terminados los trabajos de construcción de las barracas y
la preparación del rancho diario era responsabilidad de los
brigadistas con las cocinas de campo traídas por el grupo
italiano. La organización era tan eficiente que el responsable
Morandi decía, ya el 12 de febrero, que «la vida se
está volviendo casi “normal”», mientras
los militares españoles, según el testimonio del comunista
italiano, siempre a fines de febrero, decía «estan
en malas condiciones, no se ha iniciado aún la construcción
de las barracas por lo cual duermen en huecos cavados en la arena,
protegidos por trapos inservibles. […] Esos pobres diablos
estan completamente abandonados! Tienen siempre hambre, los internacionales
les dan lo que pueden, lo que les sobra, pero no es suficiente para
alimentar a varios miles de hombres» (Aldo Morandi, In nome
della libertà, cit., pp. 227 e 233).
-
Aldo Morandi, In nome della libertà,
cit., pp. 224-225.
-
Cfr. ADPO 31W274 informe del
9/3/1939.
-
ADPO 31W274 informe del 6/3/1939.
-
Cfr. ADPO 31W274 nota del 1/5/1939.
-
Cfr. “Rapport du Commissaire
spécial du camp de Saint-Cyprien” del 25/3/1939, del
7/4/1939, conservado en los Archives Nationales, Centre des Archives
Contemporaines, en Archives restituées par la Russie (fond
russe), Préfecture des départements 20000414 art.
31 (citado en Grégory Tuban, Les séquestrés
de Collioure. Un camp disciplinaire au Château royal en 1939,
Mare nostrum, Perpignan, 2003, p. 41). En el documento se precisa
la cifra di 52.000 internos y se especifica que 38.360 salieron
del campo después del de 10 febbraio 1939: 890 salidas individuales
con autorización de la Prefectura, 14.889 repatrios en España,
96 rifugiados enviados a los Etados Unidos, 375 autorizados a dirigirse
hacia Carcassonne, 1.211 civiles enviados al campo de Bram, 58 internos
transferidos a Arles sur Tech, 541 trasladados a los campos de recolección
de Perpignan y 20.300 hombres dirigidos hacia Barcarès.
-
Cfr. Denis Peschanski, La France
des Camps, cit., p. 42.
-
Pierre Cros, Saint Cyprien de
1939 à 1945, cit., p. 117.
-
Cfr. ADPO 13J82 “Effectif
des réfugiés internés à la date du 1er
août 1939” s.d.
-
Cfr. Pierre Cros, Saint Cyprien
de 1939 à 1945, cit., p. 118.
-
Cfr. ADPO 13J82 “Effectif
des réfugiés internés à la date du 1er
août 1939” s.d.
-
Cfr. Pierre Cros, Saint Cyprien
de 1939 à 1945, cit., p. 118.
-
Cfr. Idem, p. 102.
-
Cfr. Idem, p. 103.
-
Cfr. ADPO 65W3 “Baraquements
– Mémoires descriptifs des types en série. Séries
et constructions diverses” s.d.
-
Cfr. Ibidem.
-
Cfr. Pierre Cros, Saint Cyprien
de 1939 à 1945, cit., p. 107.
-
Manuel Andújar, Saint-Cyprien,
plage…, Presse Universitaire Blaise Pascal, Clermont-Ferrand
Cedex, 2003, pp. 15-16.
-
ADPO 31W274 nota del 19/12/1939.
-
Cfr. ADPO 31W274 nota del 27/7/1939.
-
ADPO 31W274 nota del 27/9/1939.
-
Manuel Andújar, Saint-Cyprien,
plage…, cit., p. 80.
-
Idem, p. 101.
-
Idem, p. 103.
-
Rose Duroux, Introduction, in
Manuel Andújar, Saint-Cyprien, plage…, cit., p. 47.
-
Cfr. Serge Barba, De la frontière
aux barbelés, cit., p. 178.
-
Cfr. René Grando, Jacques
Queralt, Xavier Febrés, Camps du mépris, cit., p.
130.
-
Idem, pp. 133-134.
-
Manuel Andújar, Saint-Cyprien,
plage…, cit., p. 62.
-
Ibidem.
-
Cfr. ADPO 31W274 informe del
6/3/1939. Cfr. también Serge Barba, De la frontière
aux barbelés, cit., pp. 145-147.
-
Cfr. Ibidem.
-
Ibidem.
-
Denis Peschanski, La France des
Camps. L’internement 1938-1946, Gallimard, Paris, 2002, p.
145.
-
Pierre Cros, Saint Cyprien de
1939 à 1945, cit., pp. 117-118.
-
Cfr. Idem, p. 118.
-
Denis Peschanski, La France des
Camps, cit., p. 144.
-
Manuel Andújar, Saint-Cyprien,
plage…, cit., p. 63. Cfr. también el testimonio de
Ricardo Samitier, reportada en Hervé Mauran, Espagnols rouges.
Un maquis de républicains espagnols en Cévennes (1939-1946),
Lacour Editeur, Courbet, 1995, p. 188.
-
Cfr. Pierre Cros, Saint Cyprien
de 1939 à 1945, cit., p. 111.
-
Idem, p. 110.
-
Manuel Andújar, Saint-Cyprien,
plage…, cit., p. 117.
-
Idem, p. 97.
-
Cfr. ADPO 13J82 “Camp de
Saint Cyprien” s.d.
-
Pierre Cros, Saint Cyprien de
1939 à 1945, cit., p. 118.
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Cfr. ADPO 31W274 nota del 9/1/1940.
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Pierre Cros, Saint Cyprien de
1939 à 1945, cit., p. 115.
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Cfr. ADPO 13J83 “Effectif
des réfugiés internés à la date du 1er
juillet 1940” s.d. Cfr. también Pierre Cros, Saint
Cyprien de 1939 à 1945, cit., p. 121.
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ADPO 38W37 nota del 31/10/1940.
La epidemia a la cual se hace referencia en el documeto es, con
toda probabilidad, aquella que estalló en junio de 1940,
después de la llegada de los refugiados de origen judío
(cfr. Pierre Cros, Saint Cyprien de 1939 à 1945, cit., p.
120).
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Ibidem.
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Cfr. Pierre Cros, Saint Cyprien
de 1939 à 1945, cit., p. 124.
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