Saint Cyprien

 

Pocos días después de la apertura del campamento de Argelès, la superpoblación puso a las autoridades francesas, el problema de predisponer un segundo campo de acogida, para aligerar, dividiéndola, la presión generada por el excesivo número de personas en cada uno de los sitios. La delimitación del campo de Saint Cyprien con alambre de púas, inició el 4 de febrero de 1939, mientras las primeras llegadas se verificaron cuatro días después, cuando «las autoridades militares se dieron cuenta que el campamento de Argelès no puede acoger a toda “la armada republicana” y desvía la columna hacia el norte, en dirección de Elne y Saint Cyprien. Los primeros hombres atraviesan Latour-Bas-Elne el miércoles 8 de febrero de 1939 a las 12 y 45 minutos; sin duda llegaron a Saint Cyprien hacia las 14»:1 También aquí «ellos se instalan en la precariedad de una ciudad construída en la arena, donde las condiciones de higiene son pésimas, durante el rígido invierno»;2 en la misma costa de Argelès, algunos kilómetros más al norte, también Saint Cyprien, de hecho, no es otra cosa que una playa arenosa, donde no se puede encontrar ningún abrigo, ninguna estructura, solamente un monumental arco del triunfo que sirve de entrada al campamento.3
Este campamento, situado cerca del mar, «está delimitato al sur por un pantano formado por el encuentro entre el canal de Saint Cyprien y el Mediterráneo, al oeste por el alambre de púas y al norte por el Aygual hasta el borde del estanque. No ocupa sólo la playa, sino también la tierra situada detrás de algunas pequeñas dunas. Según los internos, justamente esto hace el campamento “más triste, más inhóspito, más lúgubre y más odioso que el de Argelès”».4 En el informe preparado en mayo de 1938 por el Comandante departamental de la Gendarmerie Nationale, se especificaba que en el sitio se había individuado un rectángulo de terreno de 300 metros de largo por 1.500 de ancho, protegido de las inundaciones, y que existía la posibilidad de extender la proporción de espacio hacia la playa de Canet, aumentando la capacidad del campamento de manera ilimitada;5 también aquí se habían encontrado faldas de agua potable a aproximadamente 3.5 metros de profundidad, pero en este caso, a determinar la elección de las autoridades fue sobre todo la cercanía estratégica a la red ferroviaria: la estación de Elne, situada a 8 kilómetros de Saint Cyprien es, de hecho, «el punto de encuentro de la línea Cerbère-Perpignan con aquella que sirve Arles-sur-Tech y Le Boulou. Elne es también el cruce entre las carreteras de Argelès y de Boulou a través de Palau del Vidre, Brouilla o Bages».6
A partir de la apertura del campamento, un enorme e ininterrumpido flujo de hombres, según los testimonios, se volcaron al sitio por cerca cuatro días, reduciéndose sólo a partir del 11 de febrero; en particular, según el informe del 6 de marzo del Prefecto al Ministro del Interior, fueron conducidos a Saint Cyprien los combatientes que habían entrado por la frontera de Perthus. Según tal fuente, los efectivos del campamento, el 9 de febrero, habrían casi llegado a la cifra de 80.000 (precisamente 78.961 internos, entre los cuales 3.130 ex miembros de las Brigadas internacionales),7 pero las estimas sucesivas no pueden confirmar con certeza este dato, siendo extremamente aproximativas; como indica Pierre Cros, autor de uno de los trabajos más completos sobre el campamento, «es difícil reconstruir un cuadro estadístico correcto de los efectivos del campo de concentración de Saint Cyprien. […] Los efectivos fluctuaban cotidianamente porque los internos eran transferidos a otros campamentos, regresaban a Saint Cyprien, eran inseridos en la Legión extrajera o, a menudo, en las compañías de trabajadores extranjeros, también emigran hacia América o eligen el repatrio a España».8 La cuantificación del autor, de hecho, parte de un documento de 1941, conservado en los archivos del campo (entre los materiales recogidos en el Fondo Camille Fourquet – presidente del Comité Departamental de Liberación de los Pirineos Orientales –), en base al cual, al 1° de marzo de 1939, Saint Cyprien habría alcanzado el máximo de población, con la cifra impresionante de 80.400 internos, entre los cuales 3.400 “internacionales”.9 En cuanto a éstos últimos, la cuantificación del documento coincide con las estimaciones del inicio de febrero del responsable del campo n. 7, destinado a los “no españoles”:10 según el teniente coronel Aldo Morandi, los ex voluntarios de las Brigadas internacionales eran 3.345, de cincuenta nacionalidades diferentes, entre las cuales sobre todo polacos (523), italianos (492) y alemanes (428).11
En el ya citado informe del Prefecto Didowski se refería que, con base en las previsiones del general Ménard, los efectivos del campo habrían debido reducirse, ya en el mes sucesivo, a 60.000,12 en base al plan de transferencia al campo de Bram (departamento de Adge) de los «civiles que estan todavía en el campo de Saint Cyprien y, en particular, las personalidades pertenecientes al mundo literario y artístico de la España republicana»,13 y el envío de los ex combatientes de las Brigadas internacionales a Gurs a inicios de mayo.14 En efecto, según las estimas del Comisario especial del campo, ya en la fecha del 25 de marzo de 1939, en el campo quedaban al rededor de 50.000 hombres,15 ulteriormente reducidos a mediados de abril a 30.000, 16 mientras, de hecho, en junio en Saint Cyprien «no quedaban más que 500 hombres ».17 Durante el mes de julio, de todos modos, el campo se llenó de nuevo, llegando a 5.112 efectivos en fecha 1° agosto 1939, 18 a 6.700 aproximadamente a mediados de septiembre 19 y a 26.574 el 1° de noviembre del mismo año, después de pocos meses;20 pero se trataba de una población completamente diferente, respecto a aquella de los primeros tiempos, porque si inicialmente el campo pareció “hospedar” exclusivamente militares, en septiembre de 1939 un tercio de sus efectivos era compuesto de civiles, entre los cuales mujeres y niños, y se señalaban los primeros nacimientos detrás del alambre de púas.21
El complejo de edificios creado ad hoc de marzo a octubre de 1939 (fecha en la cual terminaron los pedidos de materiales de construcción para el campo), gracias a la mano de obra ofrecida por los mismos internos, era imponente.22 Como señala Cros, con la prolungación de la carretera departamental (la n. 106, proveniente de Elne) hasta el acceso del campo, una pequeña ciudad había ido creciendo de la nada:23 en total 592 barracas de tablas y hojalata, de entre 80 y 120 metros cuadrados, a menudo sin pavimentación y sin puertas (catorce tipos diferentes, que aseguraban condiciones de vida más o menos precarias según la función y el uso),24 divididas en 17 îlot y repartidas entre 4 campos (el de los combatientes, más austero, comprendía 390 barracas, pero había un campo para las mujeres, uno para las familias y uno para los artistas); la instalación, además, comprendía edificios destinados al alojamiento de los guardias y a la administración, a las cocinas, letrinas, 14 barracas para la enfermería general, espacios de almacenamiento y hasta establos para los animales y, en particular, para los caballos de las tropas coloniales.25
La vigilancia de estos grandes espacios era asegurada por tres categorías de tropas, bajo la guía de un oficial superior de la Garde mobile: se trataba, como a Argelès, de soldados de la Gendarmerie para el mantenimento del orden al interior del campo y en el territorio comunal, militares del ejército de tierra, mayoritariamente tropas coloniales, para el control efectivo de los internados y hombres a caballo para la vigilancia en los alrededores, en lo específico los escuadrones del 7º y del 9º regimiento de spanish marroquinos, cuerpo de la Caballería colonial.26 Gracias a este despliegue de tropas, como narra el testimonio de Manuel Andújar, a Saint Cyprien «la disciplina es más que militar (listas, llamados, transferencias de individuos sospechosos – “políticamente incorrectos” – censura de la correspondencia y de las lecturas, prohibición de las manifestaciones)»;27 en este campo, además, existía un verdadero îlot disciplinar, empleado, según las declaraciones del Prefecto, «para internar a todos los refugiados españoles que […] han sido señalados, sea en el campo, sea en el departamento, como simpatizantes o sospechosos de simpatizar con los comunistas y hacer propaganda sobre el comunismo».28 Las “ideas sediciosas” se habían difundido en el campo, hasta el punto de alarmar a los responsables de la seguridad interna que, en julio de 1939, temieron una inminente revuelta general.29 Las comunicaciones se hacían a través de miles de pequeños trucos, nacidos de la fantasía y del ingenio de los prisioneros: según la denuncia del Comisario de policía del campamento, por ejemplo, «la parte de atrás de la tela de las etiquetas cosidas sobre los paquetes destinados a los internos, era utilizado para la correspondencia clandestina […] por ciertos elementos sospechosos, generalmente comunistas, para comunicar de este modo con los combatientes, sin peligro de ser controlados».30
Una fuerte politización entonces que, como a Argelès, se desarrollaba en forma colectiva, ligada al sustrato cultural y político común de los refugiados; recuerda Andújar, por ejemplo, que la lectura de los diarios era consentida exclusivamente en lengua francesa y no podían ser diarios con carácter sindical, que la misma se hacía en grupo y que «antes de iniciar, invariablemente, no importando cuál fuese el público o el lugar, resonaba un deseo fortísimo alimentado durante la noche: “primero las noticias de España”. No importa nada, en ese estado de ánimo, el gusto salobre y la innoble amargura de la crónica, las noticias parciales y mecánicas de las Agencias. La nostalgia, el odio, la pasión reflorecen».31 Momentos importantes de participación, como la manifestación silenciosa realizada a Saint Cyprien para el primero de mayo de 1939, compuesta por «grupos de hombres que, en parejas, manifiestan disimuladamente a lo largo de la calle principal del campo, guiñando o no un ojo a los guardias de turno, sin una palabra, sin un símbolo»;32 lo que basta para que el refugiado español Andújar diga que, aquella noche «cuando nos recogimos en el abrigo militar para dormir, la arena no dolía tanto en los costados, la yacija era menos sucia».33
«Contra la negación de la “legitimidad española” non hay que una solución: su reafirmación. Esta última exige una verdadera resistencia moral que pasa, en primer lugar, a través de la defensa de la cultura republicana»;34 lo demostraban en Saint Cyprien las innumerables actividades educativas y, sobre todo, artisticas: con la creación de un verdadero espacio para el efecto en el cual se reunían los intelectuales, tomó vida, por ejemplo, la publicación del periódico semanal «L’ îlot des Arts»;35 aparecieron publicaciones diarias a menudo de vida efímera, como la «Voz de los Españoles», mientras algunas revistas de Roussillon, como la catalana «Terra Nostra», acogieron las poesías de los internos.36 En el campo se constituyeron orquestas, grupos de teatro, escuadras de fútbol, y se destinó una entera barraca a las exposiciones de arte: «los quadros que son expuestos al público son generalmente quadros al óleo, acuarelas, diseños que hablan de la vida cotidiana en los campos: retratos, caricaturas, ilustraciones, postales, etc. Los escultores – con formas y técnicas expresivas que recuerdan el arte pobre o de vanguardia– realizan sus obras con materiales rudimentarios como jabón, madera y todo material reutilizable, no importa si se trata de latas de conserva, cartones, conchas del mar o alambre de púas. Crean también obras talladas, modelos de aviones o naves de guerra. Un tesoro de arte popular naif, fantasioso y expontáneo, concebido por artistas casuales o profesionales ».37
Todo esto entre privaciones y dificultades si se considera que, en lo que concierne a necesidades materiales de los internos, la situación de Saint Cyprien non era muy diferente de aquella de Argelès, sobre todo en el plano higiénico. Era particularmente dramática, en los primeros tiempos, la situación de los heridos que llegaban al campo después de días de camino: según Andújar, «no menos de diez camiones trasportaron de Boulou a Saint Cyprien los heridos de guerra y los enfermos, aquellos que verdaderamente no podían moverse autónomamente, porque habría sido, – sabio razonamiento – un escándalo, que la gente buena y honesta los viera arrastrarse de pueblo en pueblo»;38 pero, a la llegada al campo, reinaba un «desorden frenético. No hay materiales para curar, la visita médica no existe, los más afortunados han obtenido el ángulo de un camastro para cerrar los ojos un momento. El armario de los medicamentos es un sueño de la Edad de oro, una optimista alucinación de abundancia».39 En efecto, mientras a Argelès se organizaron cinco tiendas grandes para acoger a los heridos más graves, de Saint Cyprien éstos eran evacuados lo más rápidamente posible, a menudo en condiciones desesperadas hacia las estructuras hospitalarias de Perpignan: aquí, además de las 80 camas del hospital de Saint Jean, la Cruz Roja franco-belga había organizado 500 camas en el hospital Saint Louis, (adaptado de los edificios de la escuela primaria Lamartine), y 800 en el ex hospital militar de la Misericordia, puesto en función por la emergencia.40
Es casi imposible cuantificar los ingresos y la probablemente elevadísima mortalidad: en el informe del 6 de marzo de 1939, se habla de 12.000 heridos ingresados en el departamento por los diferentes puntos de frontera, mas se menciona también a un “assez grand nombre” de enfermos provenientes de los campos, hospitalizados a Perpignan o en las dos embarcaciones sanitarias que estacionaban al largo de Port-Vendres.41 En lo que respecta a la mortalidad, en cambio, el Prefecto Didowski señalaba que «a pesar del éxodo masivo de los heridos y los enfermos y no obstante el hecho que todos llegasen en un estado físico a veces deplorable, el número de los decesos no ha llegado a la cifra de 330, que representa, para los 400.000 individuos que han pasado por mi departamento, un porcentaje casi insignificante».42 Pero para el histórico Peschanski, «los datos sobre la mortalidad resultan prácticamente desconocidos en lo que se refiere a las tres o cuatro semanas que siguieron a la Retirada. Ninguna cifra es fiable para Argelès o Saint Cyprien, y tampoco lo es aquella respecto a los primeros refugiados de los altos valles pirinaicos. Se sabe simplemente que, en el hospital Saint Louis en Perpignan, cerca de 200 españoles murieron sólo en el mes de febrero ».43 Una duda expresada también por Pierre Cros, para quien las cifras oficiales parecen ser extremamente bajas , «si se considera que durante estos dos meses ha habido entre 70.000 y 90.000 internos, que no existen suficientes refugios, que hace mucho frío, y que entre la malnutrición y la falta de higiene estan reunidas todas las condiciones para que se propaguen las epidemias»:44 los 48 decesos de los españoles señalados en los registros del Estado Civil del Municipio de Saint Cyprien, por ejemplo, para el autor contrastan manifiestamente con las declaraciones del alcalde que, el 18 de marzo de 1939, informó al comandante del campo de la imposibilidad de hacer construir otros ataúdes.45 De otra parte, Peschanski también evidencia cómo «las pocas cifras conocidas llevan a pensar que, efectivamente es seguro que la mortalidad era mayor en los campos españoles, también en relación a los cientos de miles de personas que pasaron la frontera en ese período».46
En cuanto a la alimentación de los prisioneros, en el campo se desarrolló, aunque resultando poco eficiente, un complejo sistema de avituallamiento: un Servicio central para la provisión de la Intendencia militar, que, disponiendo de una suma fija, habría debido proveer desde el inicio a asegurar la subsistencia diaria de los prisioneros, pero ya en los primeros meses el sistema se vio alterado por la gran afluencia (en las primeras horas del 8 de febrero 1939, por ejemplo, se había previsto una distribución de pan para hacer frente a las primeras necesidades de los refugiados, pero la despensa estaba vacía), de tal modo que los testimonios hablan, inicialmente, de «un pan para venticinco personas y para todo el día».47 Sólo entre junio y octubre de 1939, el aprovisionamiento diario pareció funcionar de modo eficiente, con los efectivos del campo repartidos en secciones que disponían, cada una, de una despensa de administración, encargada a un prisionero que cumplía funziones de intendente;48 la alimentación, de todos modos, era escasa, casi insuficiente, si se considera que, «a partir del mes de junio, la ración diaria se componía de cuatrocientos gramos de pan, doscientos de carne, doscientos de granos secos o de patatas, treinta de aceite u otras grasas, dieciséis de sal, veintiuno de azúcar y dieciséis de café».49 A integrar esta escasa alimentación, para quien se lo podía permitir, «el “Barrio Chino”, instalado delante de la entrada del campo 13, que acoge a la población civil, es una versión reducida de su homónimo barcelonés»,50 mientras en la calle que atraviesa todo el campo, la llamada “Avenida de la libertad”, «los puestos de venta ocupan lugares fijos, generalmente a la entrada de cada campamento. Todos venden comida, bebidas y cigarrillos […] El artículo más vendido es el chocolate. Con poco dinero, asociado a una escasa ración de pan (al que se asemeja solamente), se multiplica casi hasta el infinito. Una pequeña tableta basta para engañar el hambre ».51
Sin embargo, en octubre de 1939, una vez que se completò la organización del campo y se mejoraron las condiciones de asistencia de de los prisioneros, la vida “española” de Saint Cyprien estaba casi por concluir. Con la sistematización de la práctica de emplear a los internados en fábricas fuera del campo, de hecho, numerosos hombres partían y, en diciembre de 1939, el número de refugiados descendió a 13.689. 52 «Finalmente, al inicio de enero de 1940, debido a la transferencia de un número indeterminato de detenidos al centro represivo de Collioure»,53 los efectivos de Saint Cyprien fueron considerablemente reducidos hasta el punto que no era justificable el mantenimiento del campo»; a continuación, con una nota del 9 de enero, el Prefecto Didowski comunicó la evacuación de los prisioneros que aún quedaban en Argelès y, el 15, la entrega de las estructuras a las autoridades militares.54 Tal decisión, de todos modos, no determinó el cierre definitivo del campo, mas sólo el final de una fase, porque, a partir de mayo de 1940, Saint Cyprien funcionó nuevamente para los refugiados judíos extranjeros, en su mayor parte de origen alemana o austríaca, que huían de Alemania y de los territorios ocupados porque eran opositores del régimen nazista. «La historia de este período del campamento de Saint Cyprien es conocida poco y mal, a menudo asimilada, erróneamente, a la precedente»:55 las informaciones y los testimonios, en efecto, son escasos y confusos y las cifras dadas por Fourquet, de cerca 9.000 judíos internos al 10 de julio de 1940 no son fiables, dado que comprenderían, según el presidente del Comité Departamental de Liberación, también los 3.357 italianos, cuya presencia a Saint Cyprien, en este momento histórico, es difícil de verificar;56 es más confiable, en cambio, la noticia de la transferencia a Gurs a finales de octubre del mismo año (y debido a los daños causados por las inundaciones en el campo y los temporales que azotaron los Pirineos Orientales), de los 3.643 judíos que aún eran retenidos allí.
Parecen ciertas, por último, las informaciones sobre la fase conclusiva del campamento. El 24 de septiembre de 1940, una nota del Ministro del Interior al Prefecto del departamento había hipotizado a Saint Cyprien la reanudación de un campo de “acogida” con capacidad para 10.000 hombres, pero la respuesta del Prefecto, con fecha 31 de octubre de 1940, desaconsejó la utilización, estimando los costos de recuperación de las instalaciones entre los 8 y los 10 millones di francos y haciendo notar, por la primera vez, los inconvenientes estructurales del lugar. Como primera consideración se admitió finalmente que «la proximidad inmediata de los pantanos, hace que estas tierras sean insalubres. Han sido verificados numerosos casos de malaria. La conformación del terreno, la naturaleza del suelo, el precario sistema de avituallamiento de agua, han sido y son causa de contaminación y una reciente epidemia de tifus es la prueba »;57 también la nota técnica preparada por el servicio Ponti&Strade evidenció como la única calle de acceso fuese «frecuentemente interrumpida por violentos temporales o por las inundaciones, aislando completamente el campo».58 A causa de tales consideraciones o, tal vez, simplemente por el costo economico excesivo, en noviembre de 1940 se decide abandonar definitivamente el campo, por lo cual se inició un proceso de desmembramiento de las estructuras y la redistribución de los materiales, que duró hasta octubre de 1941; en este año, se quedaron en Saint Cyprien únicamente las CTE encargadas de los trabajos dependientes de la Ingeniería Civil hasta enero de 1941 y, más adelante, bajo el mando de un ingeniero del servicio Ponti&Strade.59

 

(Ilaria Cansella)

 

 

Note

  1. Pierre Cros, Saint Cyprien de 1939 à 1945. Le village – le camp – la guerre, Trabucaire, Canet, 2001, p. 63.
  2. Idem, p. 15.
  3. El italiano Aldo Morandi, a propósito de su llegada al campo durante la noche del 8 de febrero, escribe: «Sobre un arco hecho de palos y tablas de madera, un escrito “Saint Cyprien”. Es la entrada del campo pero no logro distinguir barracas o alojamientos, a lo mejor por la oscuridad […]. Envuelto en el impermeable, con la mochila bajo la cabeza como almohada, he intentado dormir sobre la arena húmeda y me siento todo entumecido. […] Ha amanecido. No veo ninguna barraca, el campo de internamiento no existe, es un desierto de arena cercano al mar limitado por tres lados de alambre de púas » (Aldo Morandi, In nome della libertà. Diario della guerra di Spagna, 1936-1939, Mursia, Milano, 2002, pp. 221-222).
  4. Pierre Cros, Saint Cyprien de 1939 à 1945, cit., p. 99.
  5. Cfr. ADPO 1287W1 “Renseignements concernant l’installation d’un camp de circonstance en vue de l’hébergement de réfugiés – Commune de Saint Cyprien” s.d.
  6. Serge Barba, De la frontière aux barbelés. Les chemins de la Retirada 1939, Trabucaire, Canet, 2009, p. 171.
  7. Cfr. ADPO 31W274 rapporto del 6/3/1939.
  8. Pierre Cros, Saint Cyprien de 1939 à 1945, cit., p. 115.
  9. Cfr. ADPO 13J82 “Camp de Saint Cyprien” s.d. Entre estos, a mediados de marzo se contaban 340 italianos (cfr. Denis Peschanski, La France des Camps. L’internement 1938-1946, Gallimard, Paris, 2002, p. 37).
  10. Una referencia al “Groupe italien” del “Camp 7” está presente también en un documento conservado en los Archives Dipartémentales des Pyrénées Orientales (cfr. ADPO 31W274 nota del 14/4/1939); en este sector ya en los primeros días fueron terminados los trabajos de construcción de las barracas y la preparación del rancho diario era responsabilidad de los brigadistas con las cocinas de campo traídas por el grupo italiano. La organización era tan eficiente que el responsable Morandi decía, ya el 12 de febrero, que «la vida se está volviendo casi “normal”», mientras los militares españoles, según el testimonio del comunista italiano, siempre a fines de febrero, decía «estan en malas condiciones, no se ha iniciado aún la construcción de las barracas por lo cual duermen en huecos cavados en la arena, protegidos por trapos inservibles. […] Esos pobres diablos estan completamente abandonados! Tienen siempre hambre, los internacionales les dan lo que pueden, lo que les sobra, pero no es suficiente para alimentar a varios miles de hombres» (Aldo Morandi, In nome della libertà, cit., pp. 227 e 233).
  11. Aldo Morandi, In nome della libertà, cit., pp. 224-225.
  12. Cfr. ADPO 31W274 informe del 9/3/1939.
  13. ADPO 31W274 informe del 6/3/1939.
  14. Cfr. ADPO 31W274 nota del 1/5/1939.
  15. Cfr. “Rapport du Commissaire spécial du camp de Saint-Cyprien” del 25/3/1939, del 7/4/1939, conservado en los Archives Nationales, Centre des Archives Contemporaines, en Archives restituées par la Russie (fond russe), Préfecture des départements 20000414 art. 31 (citado en Grégory Tuban, Les séquestrés de Collioure. Un camp disciplinaire au Château royal en 1939, Mare nostrum, Perpignan, 2003, p. 41). En el documento se precisa la cifra di 52.000 internos y se especifica que 38.360 salieron del campo después del de 10 febbraio 1939: 890 salidas individuales con autorización de la Prefectura, 14.889 repatrios en España, 96 rifugiados enviados a los Etados Unidos, 375 autorizados a dirigirse hacia Carcassonne, 1.211 civiles enviados al campo de Bram, 58 internos transferidos a Arles sur Tech, 541 trasladados a los campos de recolección de Perpignan y 20.300 hombres dirigidos hacia Barcarès.
  16. Cfr. Denis Peschanski, La France des Camps, cit., p. 42.
  17. Pierre Cros, Saint Cyprien de 1939 à 1945, cit., p. 117.
  18. Cfr. ADPO 13J82 “Effectif des réfugiés internés à la date du 1er août 1939” s.d.
  19. Cfr. Pierre Cros, Saint Cyprien de 1939 à 1945, cit., p. 118.
  20. Cfr. ADPO 13J82 “Effectif des réfugiés internés à la date du 1er août 1939” s.d.
  21. Cfr. Pierre Cros, Saint Cyprien de 1939 à 1945, cit., p. 118.
  22. Cfr. Idem, p. 102.
  23. Cfr. Idem, p. 103.
  24. Cfr. ADPO 65W3 “Baraquements – Mémoires descriptifs des types en série. Séries et constructions diverses” s.d.
  25. Cfr. Ibidem.
  26. Cfr. Pierre Cros, Saint Cyprien de 1939 à 1945, cit., p. 107.
  27. Manuel Andújar, Saint-Cyprien, plage…, Presse Universitaire Blaise Pascal, Clermont-Ferrand Cedex, 2003, pp. 15-16.
  28. ADPO 31W274 nota del 19/12/1939.
  29. Cfr. ADPO 31W274 nota del 27/7/1939.
  30. ADPO 31W274 nota del 27/9/1939.
  31. Manuel Andújar, Saint-Cyprien, plage…, cit., p. 80.
  32. Idem, p. 101.
  33. Idem, p. 103.
  34. Rose Duroux, Introduction, in Manuel Andújar, Saint-Cyprien, plage…, cit., p. 47.
  35. Cfr. Serge Barba, De la frontière aux barbelés, cit., p. 178.
  36. Cfr. René Grando, Jacques Queralt, Xavier Febrés, Camps du mépris, cit., p. 130.
  37. Idem, pp. 133-134.
  38. Manuel Andújar, Saint-Cyprien, plage…, cit., p. 62.
  39. Ibidem.
  40. Cfr. ADPO 31W274 informe del 6/3/1939. Cfr. también Serge Barba, De la frontière aux barbelés, cit., pp. 145-147.
  41. Cfr. Ibidem.
  42. Ibidem.
  43. Denis Peschanski, La France des Camps. L’internement 1938-1946, Gallimard, Paris, 2002, p. 145.
  44. Pierre Cros, Saint Cyprien de 1939 à 1945, cit., pp. 117-118.
  45. Cfr. Idem, p. 118.
  46. Denis Peschanski, La France des Camps, cit., p. 144.
  47. Manuel Andújar, Saint-Cyprien, plage…, cit., p. 63. Cfr. también el testimonio de Ricardo Samitier, reportada en Hervé Mauran, Espagnols rouges. Un maquis de républicains espagnols en Cévennes (1939-1946), Lacour Editeur, Courbet, 1995, p. 188.
  48. Cfr. Pierre Cros, Saint Cyprien de 1939 à 1945, cit., p. 111.
  49. Idem, p. 110.
  50. Manuel Andújar, Saint-Cyprien, plage…, cit., p. 117.
  51. Idem, p. 97.
  52. Cfr. ADPO 13J82 “Camp de Saint Cyprien” s.d.
  53. Pierre Cros, Saint Cyprien de 1939 à 1945, cit., p. 118.
  54. Cfr. ADPO 31W274 nota del 9/1/1940.
  55. Pierre Cros, Saint Cyprien de 1939 à 1945, cit., p. 115.
  56. Cfr. ADPO 13J83 “Effectif des réfugiés internés à la date du 1er juillet 1940” s.d. Cfr. también Pierre Cros, Saint Cyprien de 1939 à 1945, cit., p. 121.
  57. ADPO 38W37 nota del 31/10/1940. La epidemia a la cual se hace referencia en el documeto es, con toda probabilidad, aquella que estalló en junio de 1940, después de la llegada de los refugiados de origen judío (cfr. Pierre Cros, Saint Cyprien de 1939 à 1945, cit., p. 120).
  58. Ibidem.
  59. Cfr. Pierre Cros, Saint Cyprien de 1939 à 1945, cit., p. 124.