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El Campo del Vernet de Ariège
La construcción del campo del Vernet se inició
a partir de junio de 1.918, para hospedar a los francotiradores de las
tropas coloniales senegalesas. Se eligió el Ariège en
consideración del clima templado de la región. Pero en
los últimos meses de la Gran Guerra, el sitio se transformó
en un campo de prisioneros para encerrar a los soldados austríacos
y alemanes que eran capturados. Antes de ser abandonado por muchos años,
en el período sucesivo al términe del primer conflicto
mundial, el Vernet fue utilizado por un breve período también
como depósito de material militar del ejército francés.1
Administrativamente, el campo dependía de la Prefectura de Foix
y militarmente de la 17° región de Tolosa y se ubicaba a
dos klilómetros del homónimo pueblo.2
El campo no estaba en buenas condiciones (a tal punto, que en un primer
momento las autoridades sanitarias militares no autorizaron el internamento
de los prófugos) 3 cuando, el 9 de febrero
de 1.939, los hombres de la 26° División Durruti, compuesta
por doce mil anárquicos y comandada por el Coronel Ricardo Sanz,
entraron en Francia por el paso de Puigcerda. El tránsito se
produjo en el puente Llivia con la cadencia de un camión cada
tres segundos. En la División Durruti, que había retardado
hasta el final la avanzada de los franquistas, estaban presentes también
varias mujeres en uniforme y muchos de los heridos durante los últimos
enfrentamientos.4 Mientras tanto, el 6 de febrero,
se había creado la “Comisión de investigación
de los campos de concentración y de reunión”, que
decidió trasladar la 26° División de los campos provisorios
de La Tour de Carol y de Bourg Madame a Vernet. Los primeros refugiados
llegaron al campamento a partir del 10 de febrero y a fines de este
mes 9.000 anarchici, de 10.200 pertenecientes a la división,
habían sido transferidos al Vernet. Aquellos que no llegaron
al campo fueron acogidos en Mazères, que se ubicaba a nueve chilometros
de distancia, el lugar venía llamado “centro de acogida”.5
La peligrosidad de los anárquicos y la consecuente necesidad
de registrarlos de las autoridades francesas, es demostrada por un escrito
secreto (“confidencial”) en el cual, del Ministerio del
Interior, se pide al Prefecto de los Pirineos Orientales permitir a
los funcionarios ministeriales entrar en el campo, (posibilidad en un
primer momento negada), de manera que fuese posible elaborar una lista
completa de los combatientes.6
El viejo campo contaba con veinte barracas de 33 metros por 6 cada una,
de las cuales siete eran reservadas a las tropas y a diferentes funciones
y se extendía por aproximadamente cincuenta acres.7
La llegada masiva de los españoles de la costa mediterránea
y de Gurs, mucho más allá de la capacidad máxima
de los edificios, el frío (el invierno de los años 1938
y 1939 fue particularmente rígido, con temperaturas que llegaron
hasta a quince grados bajo cero) y las precarias condiciones higiénicas,
hicieron particularmente difíciles las condiciones de vida en
el campo en esos primeros meses. Además, la alimentación
era escasa y no incluía carne, fruta o alimentos que tuviesen
azúcar. Durante el día, los refugiados recibían
una taza de tè o de café, una hogaza de pan seco de un
kilo que debía ser compartido entre seis personas y una sopa
pobrísima que tenía como única ventaja el hecho
de que era caliente. Desde marzo hasta septiembre murieron de hambre
o frío al menos 57 internos. La custodia del campo estaba bajo
la responsabilidad de la Garde Mobile y de las tropas coloniales de
Senegal y Madagascar. Algunas organizaciones humanitarias y los partidos
de izquierda trataron de aliviar, al menos parcialmente, las condiciones
de vida de los internos proveyendo un sostén material (viveres,
vestidos y dinero) y moral (envío de libros, periócos
y cartas). Algunos cientos de españoles lograron salir rápidamente
del campo gracias a contratos de trabajo que les fueron obtenidos por
los militantes de izquierda. Las condiciones de vida del campo mejoraron
momentáneamente sólo en el mes de agosto cuando, seguidamente
a la visita del General Maurice Gamelin, Jefe de Estado Mayor del ejército
francés, la alimentación empezó a ser más
variada y fue constríuda una enfermería.8
Para aliviar los sufrimientos de los internos, fueron publicadas solicitudes
en algunos periódicos del Ariège dirigidas a los comerciantes,
para que donaran al campo mil pantalones y el mismo número de
pares de zapatos.9 Seguidamente la situación
volvió a ser insoportable. El hambre, la brutalidad de los guardias
y la amenaza de la deportación a Alemania o Africa del Norte
llevaron a provocar el 26 de febrero de 1.941, una clamorosa revuelta.
Los internos se rehusaron a trabajar, a comer y neutralizaron a los
guardias. En la represión de la protesta fueron arrestadas 102
personas. Algunas de éstas fueron encerradas en las cárceles
francesas, otras fueron entregadas a Mussolini y a Hitler, otras tantas
se encontraron en los campos de Africa del Norte. Después de
este episodio la organización del campo fue renovada y el comando
pasó al Coronel Juan de Pablo.10
A fines de la primavera de 1.939, el campo empezó a ser progresivamente
desocupado, de una parte por las numerosas evasiones, de otra por los
contratos de trabajo concedidos a los internos por los franceses del
lugar y también por la práctica de organizar a los elementos
más peligrosos y sospechosos en compañías de trabajo,
(ocupadas al exterior del campo en la agricultura, en las fábricas,
en la construcción de las digas o en la minas). Otros internos
fueron inseridos en las CTE o fueron enviados a otros campos. Poco antes
del estallido de la segunda guerra mundial, en el campo no restaban
sino alrededor de doscientos internos.11
En octubre la situación cambiò radicalmente y el Vernet
se convirtió en un campo disciplinar, apoyando y posteriormente
sustituyendo el castillo de Collioure. Iniciaron a llegar trenes que
transportaban extrajeros “peligrosos para el orden público”,
“para los intereses nacionales” y los “extremistas”.12
Este cambio es testimoniado en un telegrama, enviado por el Ministro
del Interior a los Prefectos el 28 de septiembre de 1939, en el cual
se afirmaba: «Les informo que el campo del Vernet abre a partir
del lunes 2 de octubre. En virtud de la precedente comunicación
sírvanse dirigir a este centro los extranjeros sospechosos o
peligrosos de sus departamentos, después de que se hayan puesto
en contacto con el Prefecto del Ariège».13
De este modo, el número de los internos inició a aumentar
considerablemente pasando de las 915 personas del 13 de octubre de 1.939
a las 1.725 del primero de diciembre del mismo año, hasta las
2.000 de febrero de 1.940. 14 En septiembre de 1940,
basado en la informacion del Ministerio del Interior al Prefecto de
los Pireneos orientales, del 24 del mismo mes, “se alojaban”
en el Vernet 3.500 personas.15 El uso del campo,
a partir de ese momento, estuvo directamente relacionado con la guerra
apenas iniciada. La situación geopolítica influencia de
modo decisivo la provenienza nacional y la extracción política
de los internos. El campo asumió, de este modo, un carácter
claramente represivo. Después de la declaración de guerra
de los franceses a Alemania, muchos ciudadanos de ese país fueron
internados en el campo. La misma suerte, en virtud del pacto Molotov-Ribbentrop,
tocó a muchos comunistas.16 La llegada de
los italianos al campo inició, en cambio, en junio de 1.940,
seguidamente a la entrada en guerra de Mussolini contra Francia. La
situación era compleja en cuanto en Francia se contaban 700.000
italianos que, evidentemente, no podían ser todos internados.
Sin embargo, el procedimento se inició. Los números testimonian
este pasaje quantitativo y qualitativo de los internos: en abril de
1.940 llegaron 150 personas, en mayo 1.050 (austriacos y alemanes),
en junio 1.800 (esencialmente italianos).17 También
fueron internados aquellos que, con la genérica acusación
de ser enemigos nacionales venían considerados la “quinta
columna”, los judíos extranjeros a partir del otoño
de 1.940, los rusos blancos en junio de 1.941, confundidos por un corto
período con los Bolcheviques. A los internos politizados se sumaban
los delincuentes comunes.18
Una circular del Ministerio del Interior de Vichy del 17 de enero de
1.941, evidencia la particular dureza del Vernet incluso en comparación
con los otros campos franceses: «No es necesario mantener en el
campo de Gurs, de Argelès, de Rivesaltes o de Milles, una disciplina
tan rígida como en el Vernet donde se encuentran condenados y
extremistas».19 Pierre Milza y Denis Peshanski
en el libro escrito por ellos, afirman que los internos «deben
soportar condiciones extremamente difíciles, sea en la parte
material sea en el ámbito represivo, que se ejercita con particular
brutalidad: en caso de “mauvaise volonté” (renuencia),
los castigos corporales no son raros, en el campo disciplinar creado
con el fin de aislar completamente a los elementos extrajeros peligrosos».20
Las infracciones a la rígida disciplina del campo eran sancionadas
con la reclusión forzada en el llamado “hipódromo”,
recinto de pocos metros cuadrados delimitado con alambre de púas
y expuesto a la intemperie. El nombre nacía de las carreras al
rededor del campo que los prisioneros eran obligados a realizar para
calentarse. Otra sanción era el “picadero”, un recinto
en el cual eran obligados a permanecer de pie con las manos amarradas
a la espalda. Durante los castigos, los prisioneros sufrían las
burlas de los gendarmes y era prohibida la introducción de comida,
sigarrillos y mantas.21
Il campo del Vernet estaba dividido esencialmente en tres sectores separados.
El “sector A” (compuesto por ocho barracas) agrupaba aquellos
que habían sido internados por motivo de delitos comunes (documentos
falsos, no posesión de documento de identidad) o que habían
sido condenados. El “sector B” (formato por diecinueve barracas)
recibía en cambio a los extremistas peligrosos, comunes o anárquicos.
En el “sector C” (dieciocho barracas) se encontraban todos
los demás, de los sospechosos a los judíos y hasta los
ex voluntarios de las Brigadas Internacionales. De todos modos, la división
no era rígida. De hecho, por ejemplo, podía suceder que
algunos partisanos fueran arrestados por delitos comunes y encerrados
en el primer sector o que judíos llegasen al campo no por motivos
raciales, mas por causa de falsificaciones de identidad (eran dirigidos
al “sector A”). Finalmente en el “sector T”
(costituído por tres barracas) estaban los internos “dignos
de interés” en tránsito.22 Justamente
las transferencias al interior de los sectores o hacia otras destinaciones
creaban gran preocupación entre los internos. A continuación,
un texto escrito el 20 de octubre de 1.941 en el cual, el jefe del campo,
describía al Prefecto de Ariège algunas transferencias
y las reacciones que éstas habían provocado: «el
traslado de 7 alemanes hacia un destino especial, la transferencia de
7 combatientes del “sector T” al “sector B”
[…], la partida de 7 alemanes conocidos como politicamente comprometidos,
ha provocado consternación en todo el campo. Es interesante analizar
los comentarios que han circulado en propósito: “Los documentos
de todos los refugiados alemanes son remitidos a las autoridades de
ese país”. “Cada semana un cierto número de
internos serán entregados a las autoridades alemanas”.
“Los alemanes tomarán el comando de todos los campamentos
de Francia, etc…”. El terror era tal que en el “sector
C” muchos combatientes alemanes han declarado que prefieren una
transferencia a Africa a una extradición. Inútil agregar
que, seguidamente a nuestra partida, toda actividad política
manifesta es, por el momento, inexistente. […]. La transferencia
de los comunistas del “sector T” al “sector B”,
fue igualmente comentada de modo muy preocupado en el ambiente de los
combatientes y sobre todo ha provocado una cierta sorpresa entre los
grupos del “sector C” que creían que la célula
del “sector T” hubiese pasado desapercibida ».23
El Vernet era especializado en “hospedar” a los extrajeros
mientras los franceses los “alojaban” por error y así,
mujeres y niños judíos que habían sido internados
en dos ocasiones en 1.942 y en 1.944 ahora eran enviados a otras destinaciones.
En el campo se encuentran hombres de 58 nacionalidades y provenientes
de 5 continentes.24 La más variada es la
extración social y cultural y las biografías son muy diferentes
entre ellas. Es así que fueron internados: «el voluntario
de las Brigadas Internacionales, un mecánico mexicano de San
Luis Potosì, se les une el brigadista noruego, sanmarinés
o albanés; el comerciante chino capturado en el puerto de Marsella
se encuentra con el judío palestino, el oficial greco con el
príncipe georgiano, el poeta alemán con el estudiante
estonio».25 También desde el punto
de vista político encontramos en el campo representadas todas
las tendencias. También fueron internados algunos fascistas y
algunos nazistas.26 Naturalmente la mayor parte
de los internos compartían la fe antifascista y esto hizo del
Vernet uno de los centros franceses y europeos de la Resistencia al
nazifascismo. De este modo encontramos anárquicos, comunistas,
socialistas y trotskistas.
La actividad de los diversos grupos libertarios se divide en dos períodos
(1.939 el primero, 1.940-1.943 el segundo) y en dos principales grupos
nacionales, los españoles, mayoritariamente catalanes y los italianos.
La primera parte es aquella en la cual vienen internados los anárquicos
de la 26° división Durruti. Entre ellos también el
jefe Ricardo Sanz. En la segunda fase la influencia anárquica
en el campo diminuye y se reforman las varias corrientes antagonistas
de la galaxia libertaria española. Además de Sanz, en
el campo estan presentes otras personalidades como Joseph Juan Domenench,
(había sido Ministro del Suministro y después Jefe del
Servicio Público de la Generalitat de Cataluña y Secretario
de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), Mateo Baruta
Vila, Subsecretario a la Sanidad Pública y a la Asistencia Social
y el Lugarteniente Miguel García Vivancios, viejo Comandante
de Puigcerda. Entre los italianos, los más conocidos eran el
senés Silvio Sardi, conocido en el campo con il nombre de batalla
de Raphael Chantelli y Giorgio Braccialarghe. Los libertarios italianos
organizaron la publicación de la revista «Res Nova».27
El movimiento libertario en el Vernet estaba dividido básicamente
en dos corrientes que reproducían las dinámicas que habían
visto en España, de una parte apoyar a las fuerzas republicanas
para alcanzar el poder y gobernar (los llamados “participacionistas”),
y de otra parte, los irreducibles de la total autonomía, (los
“revolucionarios”). De este modo, en el análisis
de la segunda guerra mundial, los libertarios se dividían entre
quienes se negaban a participar en el conflicto y los otros, es decir,
los “amigos de Londres” y los militantes del Partdo Obrero
del Trabajo (POT), que antes se habían empeñado en la
Resistencia.28
El internamiento de un gran número de dirigentes comunistas europeos
y de una buena parte de los dirigentes de las Brigadas Internacionales,
hicieron del Vernet uno de los principales centros después de
Moscú. Los alemanes reorganizaron en el campo su partido (DKP).
Entre otras, una personalidad sobresaliente era seguramente Franz Dahlem,
diputado, número dos del partito y responsable de los alemanes
en las Brigadas Internacionales. Posteriormente fue deportado a Mauthausen.
Después de la guerra será Viceministro de la Instrucción
de Alemania del Este. También el grupo de los españoles
era nutrido. Entre los más conocidos encontramos a Francisco
Anton, miembro del buró político del PCE y comisario general
del ejército Republicano. Particularmente importante era la presencia
de los italianos. Fueron internados en el Vernet Luigi Longo (conocido
en España como Gallo), Inspector General de las Brigadas Interancionales
y futuro Secretario del PCI, Eugenio Reale, futuro alcalde de Nápoles,
Mario Montagnana, Giuliano Pajetta y Felice Platone. Entre los otros,
las figuras particularmente significativas eran el húngaro Otto
Flatter, responsable de las Brigadas Internacionales que será
Primer Ministro, el rumeno Mihail Florescu, futuro ministro, el checoslovaco
Joseph Pavel, último comandante en jefe de las Brigadas Internacionales,
después él también ministro, el yugoslavo Ljoubomir
Ilich, comandante de las Brigadas, después General. Los portavoces,
dependiendo del caso, eran Dahlem, Ilich y Longo.29
Los comunistas en el campo estaban reagrupados por nacionalidad y afinidad
y subdivididos en células. El reglamento interno establecía
que todos debían entregar un tercio de aquello que recibían,
(sea dinero que víveres), al colectivo general que proveía
a la redistribución. De este modo llegaban a ser aseguradas hasta
dos comidas más cada semana. Colectiva era también la
actividad semi-ilegal de la lectura de los periódicos y las noticias
más importantes eran recopiadas en quadernos ad-hoc que circulaban
al interior de los diferentes grupos.30
El control de las autoridades francesas sobre las actividades políticas
en el campo era muy estricto. Son numerosos los informes del Jede del
campo al Prefecto del Ariège y al Ministro del Interior. Con
estas notas se mantenía un constante monitoreo sobre la propaganda,
la organización los intentos de fuga, las varias corrientes políticas,
sobre las estrategias y los desacuerdos internos y las diferentes situaciones
entre los diversos grupos anárquicos y comunistas. Los personajes
más conocidos y considerados más peligrosos, (entre los
italianos seguramente Longo), eran tenidos constantemente bajo observación.31
Varios comunistas, por ejemplo Reale entre los italianos, sufrieron
durante el período de internamiento, interrogatorios y procesos.32
Además de los políticos, la presencia de intelectuales
y artistas de reconocida importancia era numerosa en el Vernet, intelectuales
y artistas conocidos a nivel mundial que generaron una gran vivacidad
intelectual en el campo. La mayor parte eran comunistas y socialistas,
pero se encontraban también numerosas personalidades simplemente
antifascistas. A pesar de las dramáticas condiciones de vida,
lograron de todos modos escribir, diseñar, componer y esculpir.
Por este motivo en el Vernet encontramos al escritor alemán Louis
Emrich, deportado y ejecutado en Alemania, los directores teatrales
rusos Serge Mintz-Meinard y Michel Flurscheim, el compositor polaco
Félix Sztal, el pintor ruso Paul Pitoum, que perdió la
vida en el campo, el escultor polaco Moise Rosemberg y el arquitecto
alemán Bruno Peiser. Probablemente es más famosa la presencia
de escritores de renombre en el campo. Sólo para citar los más
conocidos, recordamos Friedrich Wolf, poeta y dramaturgo definido por
la prensa americana “el enemigo número uno de Hitler”,
Rudolf Leonhard, presidente de la Sociedad de los escritores alemanes,
Max Aub, uno de los más grandes escritores españoles del
siglo, que de aquél período ha dejado su libro Dernières
nouvelles de la Guerre d’Espagne.33 Algunas
páginas sugestivas de Aub sobre el Vernet estan incluídas
en la obra Manuscrit du Corbeau,34 descripción
surreal y satírica del universo del campo de concentración,
de las condiciones en las cuales los hombres eran obligados a vivir
y de la paradójica organización social que allí
funciona, visto a través de los ojos de un cuervo imaginario.
El cuervo nota la extraordinaria vivacidad cultural del campo a tal
punto que Aub llega a hacerlo afirmar que: «la reclusión
es la mejor condición humana. Para obtener hombres excelentes,
se los encierra en prisión por un determinado tiempo. Si los
hombres que ejercen la autoridad no han vivido en una escuela superior
de esta especie, sobreviene una época de decadencia, que se sitúa
hacia finales de un ciclo; las amapolas son destronadas por personas
venidas de las prisiones y de los campos de concentración ».35
Siempre al campo el célebre escritor húngaro Arthur Koestler
dedicó una de sus novelas más importantes: La schiuma
della terra.36 Entre los italianos, el intelectual
más conocido era Francesco Fausto Nitti, periodista y escritor
socialista, ex-comandante en España de la XII Brigada Garibaldi.37
El Vernet fue también campo de internamiento para numerosos judíos
extranjeros. Mientras hasta el otoño de 1.940 el motivo de internamiento
en el campo era generalmente político, sucesivamente las consideraciones
raciales fueron predominantes. La afluencia masiva de los judíos
se dio en el verano de 1.942. El 8 de agosto y el primero de septiembre
del mismo año partieron del Vernet en dirección de Auschwitz
los primeros trenes. Los traslados se efectuaron hasta el 19 de mayo
de 1.944. En total los hombres, las mujeres y los niños deportados
fueron 1.200. Muchos fueron sin embargo, en estos últimos meses,
los judíos que lograron huir antes de ser enviados a los campos
de concentración alemanes.38
El 10 de junio de 1.944 los alemanes tomaron el control del campo para
preparar la evacuación general. Veinte días después
403 detenidos del Vernet, casi la totalidad de los internados que se
habían quedado en el campo (excluídos los enfermos y aquellos
demasiado jóvenes para partir), la mayor parte partisanos extranjeros,
fueron transportados en camión o en bus a los cuarteles Cafarelli
en el centro de Tolosa. A éstos, el 2 de julio, se sumaron, en
la estación de Raynal otros prisioneros políticos, la
mayor parte provenientes de la prisión de Saint-Michel y del
campo de Noé. La misma cosa sucedió a Bordeaux. Las personas
deportadas eran en total 656, de las cuales 64 mujeres. Los italianos
eran 65 (la tercera nacionalidad más numerosa después
de los españoles y los franceses). El tren, siniestramente denominado
más tarde “Train Fantôme” (“tren fantasma”),
dejó Tolosa el 3 de julio en dirección Dachau.39
Durante el dramático viaje, que duró ocho semanas y con
los prisioneros que debieron viajar en el vagón normalmente utilizado
para las bestias, muchos lograron escapar evitando de este modo una
casi segura muerte. Entre éstos estaba Nitti, que logró
evadirse en la zona de Haute Marne y que del tren fantasma ha dejado
una reconstrucción literaria en “Chevaux 8 hommes 70. Le
train fantôme, 3 juillet 1944”.40 Este
el relato de la fuga de Nitti realizada creando una apertura en el interior
del vagón. «La idea de la evasión me había
venido desde el principio, como a muchos de los otros compañeros;
yo había comprendido que era el único modo de salvarme.
En muchas ocasiones y sobre todo durante las transferencias, habría
podido realizar mi plan, pero cada vez, a causa de algún imprevisto,
debía renunciar. Esta vez debía actuar a toda costa. El
tren se estaba acercando a la frontera alemana [...] Hacia las nueve
y media, vi pasar la estación de Lecourt, en la línea
de Neufchâteau. Después inicié a distinguir las
sombras de mis compañeros […] Comprendí que la operación
había empezado; vi que a través de las fisuras entre las
tablas entraba una débil luz en el interior del vagón.
Mi turno había llegado. Los brazos de mis compañeros me
sostuvieron, bajé y me encontré entre las ruedas, el ruido
era ensordecedor. Mecánicamente, efectué los movimientos
que ya muchas veces había repetido mentalmente. Sentí
un fuerte golpe en las rodillas y me encontré de repente tendido
en medio al carril del tren, la cara contra la tierra, los brazos pegados
al cuerpo [...] Sabía que diecisiete vagones debían pasar
sobre mi. El tiempo me parecía largo. Miré hacia la parte
posterior del tren y creí que debían pasar pocos vagones.
En efecto, un momento después, el aire fresco del campo me acariciaba
el rostro ».41
El campo cesó su actividad a mediados de agosto y fue evacuado
el 23 del mismo mes. Por último en septiembre fue utilizado para
los soldados alemanes tomados como prisioneros. En total las personas
que habían sido “alojadas” eran 40.000. No es posible
estimar oficialmente el número de aquellas personas que perdieron
la vida en el campo. La única fuente es el cementerio compuesto
por 142 tumbas correspondientes al mismo número de muertes.42
Hoy la memoria del campo es conservada gracias al trabajo de “L’Amicale
des anciens internés du camp de Vernet d’Ariège”,
del museo del Municipio de Vernet, que contiene fotos, diseños,
libros, documentos oficiales, artículos de periódicos
de la época y un plástico que reconstruye la estructura
del campo. En el lugar donde era situado, hoy resta solamente un pequeño
cementerio en cuyo ingreso se lee “A la memoria de los combatientes
antifascistas conocidos y desconocidos por la libertad de los pueblos”,
un cartel que recuerda a los judíos deportados y otro dedicado
“A la memoria de los resistentes europeos internados en el campo
del Vernet de Ariège de 1.939 al 1.944”. Por último
en la estación de la pequeña ciudad es conservado uno
de los vagones de los trenes que llevaban a los internos a Alemania.
Con un decreto de 1.992, el Presidente de la República François
Mitterand proclamó el campo “Memorial nacional de los campos
de internamiento en Francia”.
(Francesco Cecchetti)
Note
-
Cfr. Claude Del Pla, Le Camp
du Vernet d’Ariège, Edition Private, Toulouse, p. 43;
Serge Barba, De la frontière aux Barbélés.
Les chemins de la Retirada 1939, Trabucaire, Canet, 2009, p. 210;
Progreso Marin, Exil: témoignages sur la guerre d’Espagne,
les camps et la résistance au franquisme, Loubatieres, Portet-Sur-Garonne
Cedex, 2005, p. 128; Jean-Claude Pruja, De la République
aux camps de l’exil. La guerre d’Espagne. Réfugiés
dans les Pyrénées et sur la côte catalane…,
Editions Alan Sutton, Saint-Cyr-sur-Loire Cedex, 2009, p. 218.
-
Cfr. Pietro Ramella, La Retirada.
L’odissea di 500000 repubblicani spagnoli esuli dopo la guerra
civile (1939/1945), Lampi di stampa, Milano, 2003, p. 96.
-
Cfr. Ibidem.
-
Cfr. Idem, p. 48.
-
Cfr. Claude Del Pla, Le Camp
du Vernet d’Ariège, cit., p. 43; Serge Barba, De la
frontière aux Barbélés, cit., p. 211; Progreso
Marin, Exil…, cit., p. 128; Jean-Claude Pruja, De la République
aux camps de l’exil, cit., pp. 218-220; Pietro Ramella, La
Retirada, cit., p. 97.
-
ADPO 31W274, nota del 10/3/1939.
«El Inspector General Sallet acaba de decirme que los inspectores
que había enviado a Vernet de Ariège (Ariège),
para la identificación de los refugiados de la División
Sanz-Durruti, no han podido hacer su trabajo porque aquellos ex
combatientes estaban mezclados con los otros y el Comandante de
la formación de acojida ha declarado que, durante el período
de reagrupamiento de los rifugiados (más o menos 10 días),
era prohibido penetrar en este campo. Le agradeceré reportar
a las Autoridades militares responsables la necesidad urgente de
autorizar a los funcionarios de mi administración a entrar
en el campo de los rifugiados españoles, en cualquier momento,
para cumplir con la ejecución de los encargos que les pueden
ser asignados. Al respecto, le agradeceré hacerme llegar
lo más pronto posible, la lista completa de los ex combatientes
de la Divisione Sanz-Durruti».
-
Cfr. Denis Peschanski, La France
des Camps. L’internement 1938-1946, Paris, Gallimard, 2002,
p. 99. Según Del Pla e Ramella las barracas del campo son
en cambio 19.
-
Cfr. Claude Del Pla, Le Camp
du Vernet d’Ariège, cit., p. 44; Progreso Marin, Exil…,
cit., p. 128.
-
ADEA 5W135 “Note à
la presse – Appel d’offres pour fournitures pour le
camp du Vernet d’Ariège” s.d.
-
Cfr. Claude Del Pla, Le Camp
du Vernet d’Ariège, cit., pp. 56-57. Según el
ya citado texto de Serge Barba, la protesta se habría desarrollado
entre el 22 y el 23 de febrero.
-
Cfr. Claude Del Pla, Le Camp
du Vernet d’Ariège, cit., p. 44.
-
Cfr. Ibidem. Cfr. también
Grégory Tuban, Les séquestrés de Collioure.
Un camp disciplinaire au Château royal en 1939, Mare nostrum,
Perpignan, 2003, p. 114.
-
ADPO 109W227 nota del 28/9/1939.
-
Cfr. Anne Grynberg, Anne Charaudeau,
Les camps d’internement, in Exils et migration. Italiens
et Espagnols en France 1938-1946, por Pierre Milza y Denis Peshanski,
L’Harmattan, Paris, 1994, p. 150.
-
ADPO 109W227 nota del 24/10/1940.
Según Progreso Marin, sin embargo, en agosto ya estaban presentes
5.000 efetivos (cfr. Progreso Marin, Exil…, cit., p. 128).
-
Claude Del Pla, Le Camp du Vernet
d’Ariège, cit., p. 45.
-
Cfr. Denis Peschanski, La France
des Camps, cit., pp. 152-153.
-
Cfr. Claude Del Pla, Le Camp
du Vernet d’Ariège, cit., p. 45.
-
Ibidem.
-
Exils et migration…, cit.,
p. 150.
-
Cfr. Pietro Ramella, La Retirada,
cit., pp. 65, 99; René Grando, Jacques Queralt, Xavier Febrés,
Camps du mépris, des chemins de l’exil à ceux
de la résistance 1939-1945, Trabucaire, Canet, 2004, pp.
124-125.
-
ADPO 109W227 nota del 2/10/1939.
Cfr. también Claude Del Pla, Le Camp du Vernet d’Ariège,
cit., p. 46; Anne Grynberg, Anne Charaudeau, Les camps d’internement,
cit., p. 150; Progreso Marin, Exil…, cit., p. 128.
-
ADEA, 5W373 nota del 20/10/1941.
-
Cfr. Claude Del Pla, Le Camp
du Vernet d’Ariège, cit., p. 47. Marin en el texto
ya citado habla en cambio de 60 nacionalidades.
-
Ibidem
-
Cfr. Claude Del Pla, Le Camp
du Vernet d’Ariège, cit., p. 47; Progreso Marin, Exil…,
cit., p. 128.
-
Cfr. Claude Del Pla, Le Camp
du Vernet d’Ariège, cit., pp. 51-52.
-
Cfr. Denis Peschanski, La France
des Camps, cit., p. 305.
-
Cfr. Claude Del Pla, Le Camp
du Vernet d’Ariège, cit., pp. 54-56.
-
Cfr. Denis Peschanski, La France
des Camps, cit., p. 426.
-
ADEA 5W373 f. «Activité
politique des internés».
-
Ibidem
-
Cfr. Claude Del Pla, Le Camp
du Vernet d’Ariège, cit., pp. 49-51; Progreso Marin,
Exil…, cit., p. 130. Cfr. también Max Aub, Dernières
nouvelles de la guerre d’Espagne, Gallimard, Paris, 1967.
-
Cfr. Max Aub, Manuscrit Corbeau,
Mare Nostrum, Perpignan, 2002.
-
Idem, p. 52.
-
Cfr. Arthur Koestler, La schiuma
della terra, Il Mulino, Bologna, 2005.
-
Claude Del Pla, Le Camp du Vernet
d’Ariège, cit., pp. 49-51; Progreso Marin, Exil…,
cit., p. 130.
-
Cfr. Claude Del Pla, Le Camp
du Vernet d’Ariège, cit., pp. 47-48; Progreso Marin,
Exil…, cit., p. 130; Serge Barba, De la frontière aux
Barbélés, cit., p. 216.
-
Cfr. Charles et Henry Farreny
Del Bosque, L’affaire Reconquista de España. 1942-1944.
Résistance espagnole dans le Sud-Ouest, Edition Espagne au
Cœur, Merignac, Aprile 2010, pp. 175-177; Fondation pour la
Mémoire de la Déportation, Livre Mémorial des
déportés de France arrêtés par mesure
de répression, Édition Tirésias, juin 2004
(http://www.bddm.org).
-
Cfr. Francesco Fausto Nitti,
Chevaux 8 Hommes 70. Le train fantôme, 3 juillet 1944, Mare
Nostrum, Perpignan, 2004.
-
Idem, pp. 99, 105-106.
-
Cfr. Pietro Ramella, La Retirada,
cit., p. 97; Progreso Marin, Exil…, cit., p. 130.
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